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11 de enero de 2012

Un encuentro entre amigos


John Toland narra en su libro un momento emotivo en la vida de Hitler. El 3 de agosto de 1939, durante el Festival Wagner, tuvo un encuentro entre el Führer y su amigo de juventud Kubizek. Un oficial de las SS acompañó a Kubizek hasta Hitler, quien le tomó sus dos manos. Kubizek apenas podía hablar de la emoción. Kubizek sacó un grueso manojo de tarjetas con fotografías del Führer y le preguntó si podía firmarlas para sus amigos. Hitler se puso las gafas y firmó obedientemente las postales. Después Hitler le llevó por el jardín que conducía a la tumba de Wagner y le dijo a su amigo:

- Me siento feliz de que nos encontremos una vez más en este lugar, que siempre ha sido para nosotros dos el sitio más venerable.

En el epílogo del libro de Kubizek nos cuenta éste las veces que se encontró con Hitler una vez se convirtió en canciller. Podemos imaginar lo especial que tuvo que ser para los dos el reencuentro. Desde que separaron sus destinos, siendo unos jovenzuelos llenos de ilusiones, no se habían visto. Y ahora, Hitler era el flamante canciller del Reich y uno de los hombres más poderosos y famosos del mundo. Se me antoja muy interesante el hecho, ya que nos dice mucho de la personalidad de Hitler. Éste se mostró siempre con bastante modestia, lejos de la arrogancia que podría mostrar. Es importante notar que Kubizek no se diera a conocer alardeando de haber sido amigo de Hitler cuando más lo pudo hacer. Ello nos indica que fueron amigos de verdad. Dejemos que sea el propio Kubizek quien narre su experiencia:

- A las dos se presentó un oficial de las SS en mi alojamiento y me invitó a seguirle. No había un gran trecho hasta Wahnfried. En el vestíbulo de la casa me aguardaba el Obergruppenführer Julius Schaub, quien me condujo a vestíbulo mayor en la que se hallaban numerosas personalidades que conocía por haberlas visto en Linz o en las revistas ilustradas. La señora Winifred Wagner sostenía allí una animada charla con el ministro del Reich Hess. El Obergruppenführer Brückner charlaba con el señor Von Neurath y unos generales. Había muchos militares en la sala y de repente recordé que la situación política estaba muy tensa, sobre todo por lo que hacía referencia a Polonia y que continuamente se hablaba de tener que tomar una decisión por la fuerza. En aquel ambiente tan cargado me encontraba muy desplazado y aquella sensación que ya me había dominado en el vestíbulo del Hotel Weinzinger se volvió a apoderar de mi. No cabía la menor duda de que el Reichskanzler, antes de regresar a la capital, quería intercambiar unas palabras conmigo. Mientras el corazón me latía rápidamente, traté de encontrar unas palabras de agradecimiento. El ayudante que estaba de guardia a la misma hizo una señal al Obergruppenführer Schaub, a lo cual éste se acercó a mi y me acompañó hasta la puerta en cuestión. Abrió la puerta y anunció: "¡Mi Führer, el señor Kubizek!" Dio unos pasos atrás y cerró la puerta a mis espaldas. Yo estaba a solas con el Canciller del Reich.

     Sus claros ojos brillaban por la alegría de nuestro encuentro. Con rostro resplandeciente avanzó hacia mí. Nada permitía adivinar en aquel momento la gigantesca responsabilidad que cargaba sobre sus hombros. A mí me dio la impresión de ser uno más de los invitados que habían asistido a los Festivales. Aquella atmósfera de felicidad que se respiraba por doquier en Bayreuth también le había prendido a él. Me cogió la mano derecha entre las suyas y me dio la más cordial bienvenida. Aquel saludo íntimo en un lugar tan sagrado me conmovió tan profundamente que apenas tenía fuerzas para hablar. Mis palabras de agradecimiento debieron sonar ridículas y emití un suspiro de alivio cuando dijo "¡Sentémonos!"

Durante el encuentro, los dos viejos amigos hablaron de los viejos tiempos, de las representaciones de Wagner que vieron. Hitler también se mostró muy satisfecho porque dijo que ahora el pueblo podía acudir al Festival. Y Hitler le dijo:

- Ahora le tengo a usted como testigo aquí en Bayreuth, Kubizek, puesto que es el único que sabe que desarrollé por primera vez estos pensamientos cuando todavía era un hombre pobre y desconocido. Por aquel entonces me preguntó usted cómo pensaba desarrollar estos planes. Y ahora es testigo de la realización de los mismos.

Después Hitler le presentó a su amigo a Winifred Wagner.  Hitler enseñó a su amigo el piano de cola de Wagner y la grandiosa biblioteca. Hitler también le presentó a la señora Wagner. Entonces Hitler recordó el episodio vivido junto a su amigo y que ya relaté en el blog: http://www.estudiodehitler.com/2010/02/la-vision.html y Hitler dijo en ese momento:

- ¡Fue entonces cuando todo empezó!

Al despedirse de su amigo, Hitler le dijo:

- Quiero tenerle siempre aquí a mi lado.

Recomiendo leer las memorias de Zubizek, tituladas "Adolf Hitler, mi amigo de juventud". Nos rebelan muchos e interesantes datos sobre la personalidad de Hitler. Nos hacen ver que Hitler fue una persona perfectamente capacitada para la amistad y no como el ser huraño y huidizo que nos quieren presentar. 



9 de junio de 2011

El Führer cumple 50 años

Durante el III Reich, los cumpleaños de Hitler se celebraban con un desfile militar. Cuando Hitler alcanzó los 50 años, Alemania ya era una poderosa nación y el Führer quiso demostrarlo al mundo exhibiendo su moderno ejército. Hitler quiso impresionar a los diplomáticos extranjeros. Los 50 años de Hitler, en 1939, fueron también una buena excusa para presentar al pueblo alemán los logros conseguidos en los últimos años. Si Hitler hubiera muerto en 1939, hoy el mundo hablaría de él como el de un gran estadista que consiguió sacar de la pobreza a un país en un tiempo récord. No es de extrañar que los alemanes le adoraran. En cierta forma, el culto a Hitler se encontraba en su cenit y era un culto que llegaba al paroxismo. No es de extrañar que en las escuelas los alumnos recitaran entre otros estribillos:

- Adolf Hitler es nuestro salvador, nuestro héroe
Es el ser más notable de todo el mundo.
Por Hitler vivimos,
por Hitler morimos.
Nuestro Hitler es nuestro Señor,
que gobierna un mundo nuevo y valiente.

Pero Hitler nunca fue partidario del culto hacia su persona. Lo dijo en infinidad de ocasiones. Precisamente ese culto le creaba a Hitler innumerables problemas. John Toland menciona en su biografía las quejas de Hitler con respecto al culto a su personalidad.

Sin embargo, el 50 aniversario de Hitler también fue celebrado en las iglesias y Hitler fue bendecido por multitud de obispos y el mismo Papa le envió una felicitación.

Para tan importante fecha, Goebbels organizó el día con mucho cuidado. Fue la celebración del cumpleaños de Hitler más asombrosa que se hizo.  El día anterior, el 19 de Abril, ya comenzaron los festejos.  Cientos de estandartes  y antorchas decoraban las calles. Una nueva carretera quedó inaugurada.  Ya a medianoche, Hitler fue felicitado por su séquito más íntimo, como secretarias y su personal. Veamos algunos de los regalos que Hitler recibió de sus amigos:

Speer le regaló un modelo de cuatro metros de un arco de triunfo proyectado para Berlín.
El piloto de Hitler, Hans Baur, le regaló un modelo cuatrimotor "Cóndor".
Estatuas de desnudos en mármol.
Piezas en bronce, cuadros de Lenbach y Tiziano, tapices, bordados con emblemas nazis...

Sin embargo, es sabido que Hitler no le gustaban los lujos. A Speer le dijo en una ocasión:

- Odio toda clase de lujos en el dormitorio. Me siento más a gusto en una cama sencilla... Mire, yo me conformaría con una casita en Berlín. Tengo poder y prestigio suficientes para prescindir de tanto dispendio. Pero créame: los que vengan detrás de mí necesitarán imperiosamente esta clase de representación, que será lo único que permitirá a muchos de ellos mantenerse en la cima. Es increíble el poder que puede ejercer una mente mediocre sobre los demás cuando se presenta rodeada de tal esplendor. 

El día 20 de Abril, un gran desfile presidido por Hitler duró casi cinco horas.Cientos de miles de personas, venidas de toda Alemania, se unieron a la celebración.  Su personal acabó absolutamente agotado tras semejante desfile. Sin embargo, Hitler parecía no agotarse nunca.

20 de diciembre de 2010

Primera Navidad en Obersalzberg

Lo primero, desear una feliz navidad a todos. Esto me recuerda que ya son varios años escribiendo el blog y, como vemos, Hitler nos da para mucho. Es una fuente inagotable de escrituras. Esta vez, y dado que nos encontramos en estas fechas, transcribo las palabras de Hitler contando con mucha ilusión sus primeras navidades en el Obersalzberg, el lugar donde el Führer se encontraba mejor.

- En 1928 supe que se alquilaba la casa Wachenfeld. Pensé que era una solución excelente y me decidí a ir a verla. No había nadie. El viejo Rasp, con quien tropecé, me dijo que las dos señoras acababan de irse. Winter, que hizo construir la casa había sido un industrial de Buxtehude. Le había dado el nombre de soltera de su mujer: Wachenfeld. 

Las dos señoras volvieron. "Perdonen, señoras: ¿son ustedes las propietarias de esta casa? He sabido que la querían alquilar.

- ¿Es usted el señor Hitler? Somos miembros del partido.
-Esto viene a las mil maravillas.
-Entre, venga a tomar una taza de café.

Entonces visité la casa y quedé seducido, sobre todo por el cuarto grande. Nos pusimos de acuerdo en seguida. Las propietarias estaban encantadas de alquilar toda la casa por un año, en el precio de cien marcos por mes. Consideraban que les hacía un gran favor no dejando la casa vacía. Tuvieron a bien añadir que en caso de venta, lo que no era probable, me darían preferencia.

Anuncié inmediatamente la noticia, por teléfono, a mi hermana de Viena, pidiéndole que hiciera el favor de venir a desempeñar el papel de ama de casa. Nos instalamos en seguida. La primera Navidad allí arriba fue maravillosa. Como mi hermana se quedaba a menudo sola, con una criadita joven, le proporcioné dos perros guarda. Nunca le pasó nada.

¡Hay muchos lazos entre Obersalzberg y yo! ¡Tantas cosas nacieron y fueron realizadas allí! He pasado allá arriba las horas más bellas de mi vida. Mi pensamiento permanece fiel a mi primera casa. Fue donde todos mis proyectos maduraron. Entonces tenía ratos libres y ¡cuántos amigos encantadores! Ahora, es el embrutecimiento y la esclavitud. Ya no me queda más que estas pocas horas que paso con ustedes cada noche. 

A pesar de todo, Hitler siempre se refirió a los años 20 como la época más feliz de su vida:

- Aquella unión con el pueblo que sentía entonces, no me ha abandonado. Gracias a los lazos que me unen con él, soy capaz de compartir su penas y sus alegrías. Me coloco espontáneamente en su lugar.


Acompaño este post con unas fotografías de Hitler poco conocidas. Espero que os gusten, ya que son ciertamente curiosas. Por cierto, que he podido comprobar que este blog es muy visitado gracias a las fotos raras de Hitler. Un saludo a todos los lectores del blog y muchas gracias por vuestra fidelidad.


1 de julio de 2010

Yo fui el piloto de Hitler -2ª parte-

Nos dice Baur que Hitler disponía de tres aviones JU-52 (en la imagen). También disponían de un avión particular Göring, Hess, Göbbels, Himmler, Keitel y Raeder.  Antes de que Hitler subiera a un avión, el piloto hacía siempre una prueba del mismo de diez minutos. Por lo tanto, si hubiera un explosivo en el avión de Hitler, explotaría siempre durante la prueba.

Hitler ya era tan popular en 1934 que le resultaba prácticamente imposible descansar. En una ocasión, en ese año, Hitler se fue a Wiesbaden para descansar una semana. Sin embargo la población se enteró de que su Führer se encontraba cerca y cortaron las carreteras para obligar a Hitler a detenerse. Para colmo, un reportero decidió seguir a Hitler. Al principio el Führer estaba muy molesto pero se calmó al ver que el reportero tenía buenas intenciones. Durante ese descanso Hitler dio todos los días un paseo de una hora por un parque. También iba todos los mediodías a la montaña, un lugar en el que Hitler siempre se encontraba muy a gusto.

Otro lugar que Hitler visitaba a menudo era el hotel Kaiserhof. De hecho, la planta superior del hotel se había convertido en un cuartel general del partido. A Hitler le gustaba ir para tomar el te o escuchar a la orquesta. Tenía reservada una mesa de un rincón desde la que podía ver toda la sala.  En el momento en que aparecía, la sala se llenaba. Hitler se dio cuenta de que los encargados reservaban las mesas vecinas a la suya y que las mismas damas volvían una y otra vez.  Hitler dijo:

- ¿Qué es lo que pasa? Siento mucho respeto por las ancianas señoras, pero preferiría sin embargo ver algunas más jóvenes.

Entonces se encargó una investigación y se supo que los mozos estaban pagados por esas señoras para que les avisaran de la presencia de Hitler. Incluso la gente compraba todos los objetos que Hitler utilizaba para llevárselos como recuerdo. Cuando Hitler se enteró, dejó de ir:

- No hubiera pensado nunca que tales incongruencias pudiesen ocurrir en el Kaiserhof. Una vez más, me he equivocado.

Hitler despertaba tanta admiración por parte de los ciudadanos que todas las puertas le eran abiertas. Sin embargo Hitler no podía disfrutar de un verdadero descanso, ya que en cuanto la gente sabía de su presencia, se formaban verdaderos altercados:

- No puedo ir adonde quisiera ir y no quiero ir adonde podría. Si yo aceptara una invitación, la buena ama de casa no podría evitar someterme a algún interrogatorio. Siendo su huésped, yo no podría rehusarme. Además mi conciencia no me permite dar mi acuerdo a cualquier cosa que yo no apruebe por entero. He aquí por qué me mantengo apartado.

Hitler mismo nos cuenta sobre una casa en Múnich a la que le hubiera gustado volver:

- Durante los primeros años de mi lucha, vivía en la casa de un vendedor de legumbres que tenía un puesto en el mercado. A la tarde cuando yo volvía, esta buena mujer estaba ya sentada frente a su máquina de coser para remendar sus cosas. Cuando yo abría la puerta me preguntaba "¿Y, señor Hitler, ha comido hoy?" "¡Pobre diablo!" decía entonces. ¿Cuándo será Usted razonable y abandonará su política? Ud. se dedica a ella sinceramente, lo se bien, pero eso no me impide morirse de hambre. La política no es una cosa para usted. Tendría que haberse dedicado a otra cosa. ¿Por qué no se dedica a pintar paredes para ganarse el pan? Eso lo alimentaría de otro modo." Pero iba a buscarme una jarra de cerveza, diez peniques de paté y dos panecitos. Luego volvía a su máquina diciéndome: "Vamos, siéntese aquí a mi lado." La buena mujer me daba entonces de comer cuando yo  no podía pagarle el alquiler  ni siquiera una sola vez... Vea usted Baur, me gustaría mucho volver a su casa pero no puedo hacerlo mientras sea canciller del Reich.

Sin embargo, Hitler nunca olvidaba a la gente y le dijo a su ayudante:

- Brückner, acabo de hablar con Baur de la vieja vendedora de legumbres de Múnich. Seguramente ella no puede ya ir al mercado. Averigüe qué ha sido de ella. Le daría una pequeña renta de mi dinero personal para que vea que no la he olvidado.

Ciertamente se trata de una anécdota encantadora.

En otra ocasión en la que Hitler supo que Göring disponía de un avión lujoso, le dijo a su piloto:

- Baur, un avión como ese puede ser para Göring, pero no para mí. No vaya por favor bajo ningún pretexto a imitar este modelo. Nos quedaremos con nuestras viejas instalaciones sencillas y de buen gusto. El lujo no me sienta. Por lo demás, la gente no comprendería si yo recorriese el país en un avión tan lujoso.

Una muestra del carácter de Hitler lo encontramos en la siguiente anécdota. Baur tenía muchas ganas de ir a África. Pidió permiso a Hitler y éste se lo denegó. El Führer sentía mucho miedo de perder a su piloto y no se fiaba del viaje: "Imagínese usted si se ve obligado a aterrizar en el desierto, será devorado por los leones. Y yo me quedaré aquí, esperándolo. No, no, usted no se irá."

En los siguientes días Hitler vio a Baur triste. El Führer estaba tan preocupado que se lo preguntó directamente: "¿pero qué es lo que le pasa?" "Usted sabe la razón, me hubiera gustado ir a África.", contestó el piloto. Finalmente Hitler le permitió hacer el viaje, con la condición de que telegrafiara todas las noches por si necesitaba ayuda. Cuando Baur regresó de su viaje, Hitler le recibió con un abrazo.

Otra anécdota del carácter de Hitler se puede observar durante una visita que Hitler hizo a Italia. Cuando vio que los italianos se inclinaban ante la familia real, Hitler se puso malo. No podía soportar esas costumbres:

- ¡Fue un momento abominable! ¡Tengo horror a esas viles costumbres cortesanas! Nunca las he podido tolerar. Ver a los italianos arrojarse por el suelo, me pareció tan indigno que no tuve más que una sola idea: salir de aquí lo más rápido posible.

Con respecto a la guerra, Baur asegura que Hitler estaba dispuesto a no poner ningún obstáculo  a la posición mundial de Inglaterra, siempre que le dejaran las manos libres en Europa. Por otra parte, Hitler admiraba la política mundial de Gran Bretaña. También según Baur, Hitler atacó a Polonia porque pensaba que Francia e Inglaterra se mantendrías alejadas del conflicto. Cuando se enteró de las declaraciones de guerra Hitler se consoló diciendo que el conflicto debía surgir  tarde o temprano, y que era mejor que se produjera en ese momento en que él tenía planes para el desarrollo de Alemania. 

Con respecto al tratado de Hitler con Stalin, Baur nos dice que Hitler se defendió diciendo que sin aquel tratado de comercio y de amistad la situación de Alemania hubiera sido muy difícil. Confiaba también Hitler en una reacción de los ingleses. Según Baur, ese tratado satisfacía mucho a Hitler. 

29 de junio de 2010

Yo fui el piloto de Hitler -1ª parte-

Yo fui piloto de Hitler - Hans Baur

Acabo de finalizar las memorias del piloto de Hitler. Que yo sepa, no se encuentran editadas en España, por lo que se hace obligatorio hacerse con esta edición argentina, con las diferencias lingüísticas propias. Por cierto, me gustaría saber si los del otro lado del atlántico notan mucha diferencia entre un libro traducido en España y otro propio. Porque ciertamente a mi en ocasiones me resulta un poco complicado entender la traducción. 

Esta biografía la podemos considerar hermana de otras escritas por colaboradores y amigos de Hitler. Va muy bien en nuestra estantería junto a "Yo fui amigo de Hitler" de Heinrich Hoffmann, Doce años junto a Hitler de Christa Schroeder o, en menor medida, "Hasta el último momento" de Traudl Junge. Se trata de biografías de amigos de Hitler que no necesariamente relatan los horrores de la guerra, sino anécdotas más o menos interesantes de la vida y personalidad de Hitler. En ese sentido Baur es bastante benévolo con Hitler, teniendo en cuenta los diez años que el pobre hombre tuvo que sufrir en diversos campos de concentración de Rusia y que le costaron la amputación de una pierna. Yo doy mucha importancia a estos libros, puesto que en ellos encontramos a un Hitler en estado puro, tal y como era. Por otra parte, el autor, al hablar solo de esas anécdotas, queda en cierta forma absuelto de los supuestos crímenes que la historia pudiera atribuirle, o por lo menos de su supuesta complicidad, que de todo supongo habrá. 

Baur se puso al servicio de Hitler en marzo de 1932, esto es, justo un año de la subida al poder. Por lo tanto, participó activamente en las campañas electorales finales de Hitler. Baur asegura que de ese modo "Hitler, voluntariamente o no, se convirtió entonces en el gran propagandista de la Lufthansa y contribuyó grandemente a la extensión del tránsito aéreo." Así que ya tenemos otra atribución para Hitler, la de haber contribuido en la popularidad del tráfico aéreo. 

Otro mérito indiscutible de Hitler es el de la persuasión. Solo Hitler era capaz de atraer a las masas hacia su movimiento como nadie lo ha hecho nunca. Era capaz de convencer a un comunista sin el menor problema. Con ocasión de una campaña electoral en la que debía hablar en Hamburgo, ciudad ganada por los comunistas, se produjeron varios disturbios y Hitler le dijo al piloto:

- Si logro hablar durante diez o quince minutos, la partida ha sido ganada. No hay que temer que me arrojen fuera. La mayor parte se calla para escucharme hablar, primero con desconfianza, luego con entusiasmo.

Se comprende entonces el por qué Hitler habló siempre con angustia que le hubieran ido mejor las cosas de no haber apoyado a Franco, pues siempre dijo que le hubiera resultado más fácil convencer a los comunistas españoles para su causa.

Como el libro contiene muchas anécdotas, voy a resumir alguna que me ha llamado la atención.  En una ocasión en que Hitler estaba cansado de estar junto a muchos hombres, propuso a Sauckel:

- Arregle usted algo para traer algunas mujeres a nuestra mesa. Ya estoy cansado de ver siempre hombres alrededor de mi, y querría escuchar algunas voces femeninas.

Hitler se entusiasmó con la idea. Sin embargo, cuando alguna mujer se le acercaba, apenas le mostraba confianza. Le dijo a Baur:

- Usted tiene razón. Hay cosas que no puedo permitirme. Conmigo las mujeres no buscan más que un efecto de propaganda y como me encuentro bajo los reflectores de la vida pública, debo preservarme  de ellas. Si usted se permite una comparación, nadie irá a gritarlo por los techos, pero yo, no podría después mostrarme en ninguna parte. Las mujeres son incapaces de contener su lengua. 

Efectivamente, no se conoce a ninguna mujer que haya podido decir que mantuvo una relación íntima con Hitler. Estoy convencido de que de haber existido, se sabría perfectamente. Por lo tanto, Hitler hizo siempre un gran esfuerzo por mantenerse alejado de las mujeres. "Hitler evitaba ansiosamente todo aquello que pudiera alcanzar su prestigio, su aureola", sentencia Baur. 

Otra anécdota que relata Baur:

"Era por cierto muy interesante aprender a conocerlo más de cerca, principalmente cuando él trataba de calmarse. En los jardines de la cancillería había muchas ardillas domesticadas. Cuando Hitler llegaba allí corrían hacia él saltando y brincando para conseguir avellanas. Siempre las llevaba en los bolsillos. A menudo cuando su provisión se acababa yo le proponía ir a buscar otras. Pero él se negaba siempre:

- No, Baur, ese no es su papel.

Llamaba entonces, aparecía un criado detrás de los árboles y le traía nuevas avellanas. "

Me cuesta mucho creer que una persona tan sensible con los animales, fuera un monstruo con los humanos. Quizá ambas cosas no sean incompatibles, pero en Hitler tenemos suficientes anécdotas como para pensar claramente en una sensibilidad mayúscula. 

Otro ejemplo más de la prodigiosa memoria de Hitler lo encontramos en otra anécdota. En una ocasión en la que se encontraban en casa de Hanfstaengl, éste interpretó una obra al piano. Después de que Hanfstaengl la interpretó, Hitler la silbó desde el comienzo hasta el final, interrumpiéndose para señalar alguna modificación. 

Una cuestión que me ha desconcertado es cuando Baur habla de la primera entrevista entre Hitler y Mussolini y la sitúa el 14 de Junio de 1933 en Venecia. Yo tengo entendido que esa famosa entrevista tuvo lugar en 1934, así que pensé que se trataba de un error de traducción o de imprenta. Sin embargo, al final del libro Baur continúa diciendo que Hitler y Mussolini se encontraron en 1933, 1934, 1937 y 1943. La verdad es que ignoro por completo si Hitler y Mussolini se encontraron por vez primera en 1933, pero no tengo constancia y lo dudo. Por otra parte, Baur insiste en que en febrero de 1934 tuvo lugar la segunda entrevista entre los dos mandatarios, también en Venecia. 

Hace un tiempo se habló de una nueva biografía sobre Eva Braun próxima a publicarse. Traté el asunto en el blog. En esa nueva biografía la autora aseguraba que Eva Braun jugó un papel destacado en la política de Alemania y que tuvo influencia en Hitler. Yo siempre lo dudé. Baur nos saca de dudas una vez más, al tiempo que creo que hace un esbozo perfecto de lo que fue la relación de Hitler y Eva Braun:

"Eva Braun no jugó absolutamente ningún papel en la política y no concibió ninguna ambición a partir de la situación privilegiada en la que se encontraba.Todos los que la han conocido se han sentido tocados por su personalidad. Se ha tejido alrededor de ella una leyenda, en esta época en la que se busca lo sensacional y se ha contado a su respecto gran cantidad de estupideces. Ella no fue gran cosa, pero se contentó con lo que era, limitándose a ser una mujer a la que un hombre quería hacer dichosa y logrando tan sólo una dolorosa felicidad. Personalmente aprecié enormemente su simplicidad y su bondad."



31 de octubre de 2009

Fritz Darges y manga japonés

Estos días se está hablando en la prensa sobre la muerte de Fritz Darges, quien fuera ayudante de Hitler durante un tiempo. La anécdota más conocida de este hombre fue precisamente su despido. Según se cuenta, en julio de 1944, unos días antes del atentado, Hitler se encontraba junto a Fritz Darges y una mosca entró en la habitación. Hitler ordenó a Darges que se deshiciera de ella. Entonces a éste no se le ocurrió otra cosa que decirle que eso era competencia del adjunto de la Luftwaffe, Nicolaus von Below, que se encontraba allí mismo. En ese momento Hitler se enfadó y le dijo que debería estar en el frente del este y le despidió.

Es una anécdota un tanto turbia. Porque ese humor es muy típico de Hitler y dudo mucho que se lo tomara tan mal como para despedir a su ayudante, a no ser que existiera otro importante motivo. Por otra parte Darges jamás ha hablado mal de Hitler y le ha sido leal hasta el fin de sus vidas. Así que dudo mucho que ese incidente fuera realmente así.

Al parecer, Darges ha dejado a la posteridad un libro que promete informaciones muy importantes. Claro que esto es típico de la prensa. Dudo mucho que sus declaraciones sean sorprendentes ni nuevas. Ya veremos cuando salgan a la luz.

Hoy me he comprado el libro del autor manga japonés Shigeru Mizuki. Sólo cuesta 12 euros. Lo primero que he hecho ha sido leer los créditos y he comprobado que se trata de un libro escrito en 1971. En ese caso, y no tratándose de un historiador, es lógico que haya que cogerlo con muchas reservas. Muchas. Sobre todo, leyendo la bibliografía que utilizó el autor. En ella aparecen nombres tan dudosos como Hermann Rauschning, quien se dedicó durante años a difamar a Hitler con mentiras, William L. Shirer o Werner Maser. También aparecen nombres japoneses que no conozco. El único historiador "serio" que el autor utilizó fue Alan Bullock, historiador que ya ha quedado un poco desfasado. Pero bueno, entiendo que no se trata de un libro para profundizar sobre Hitler. Se trata de su vida ilustrada. Y en ese sentido resulta gracioso ver a un joven Hitler y las ilustraciones resultan atractivas. Pero nada más. Sin duda se trata de una forma de acercar a Hitler a personas que apenas leen libros y les gusta más el mundo del cómic. El libro, como todos los manga, hay que leerlo al revés. 

30 de abril de 2009

No quiero para mis amigos lo que no quiero para mi


Para su cumpleaños recibía el Führer muchos regalos en forma de pasteles y otras comidas. Sin embargo Hitler siempre tuvo temor de ser envenenado. Sus temores no eran infundados. En una ocasión su chófer enfermó después de haber probado un plato para él. En una ocasión llegó a la cancillería una caja repleta de golosinas en forma de frutas confitadas, chocolates, bombones etc. A Hitler le gustó el regalo pero ordenó que la caja fuera cerrada y enterrada en los jardines. Su fotógrafo dijo que era una lástima y Hitler le dijo:

- No quiero para mis amigos lo que no quiero para mi.

Sin embargo Hoffmann observó días de después que unos obreros estaban saboreando las golosinas.


El fotógrafo de Hitler recuerda que en una ocasión que viajaban por carretera vieron un coche averiado. Entonces Hitler le dijo a su chófer Schreck que se detuviera para ayudar al conductor. Solucionado el problema, partieron de nuevo. Sin embargo el conductor anotó la matricula y días después envió un regalo a Hitler. Eran tres cajas de caviar. A Hitler le encantaba el caviar. Sin embargo, devolvió el paquete aduciendo que la obligación de un viajero es socorrer a otro en apuros y que no merecía ninguna recompensa. Y Hitler añadió:

- ¡Cualquiera sabe, Hoffmann!

16 de abril de 2009

Hitler indulta a un joven pintor


Una madre escribió al fotógrafo de Hitler para informarle de que su hijo, un artista de talento, había sido condenado a muerte acusado de alta traición. Hoffmann intuyó que ante ese delito no se podría hacer gran cosa pero le pidió a su madre que le enviara alguna fotografía de las obras de su hijo. Así que una semana después Hoffmann se presentó en la Wolfschanze. "He traido algunas obras de un joven artista, ¿podría enseñárselas?" preguntó Hoffmann a Hitler. Al contemplar las obras la cara de Hitler se transformó:

- Fíjese en esto, ¡este muchacho tiene un talento que raya con lo genial! ¡ Y que haya quien no tiene esperanza en los jóvenes! ¡ Qué insensatez! Es usted el que debe descubrirlos y animarlos. ¿Qué edad tiene?

"Unos veinte años", respondió Hoffmann.

- ¿Y quiere un sueldo? ¿desea ayuda de alguna clase?

Hitler siempre estaba dispuesto a ayudar a los artistas, así que Hoffmann observó que era el momento para pedir el indulto del muchacho.

"Efectivamente, buena falta le hace que se le ayude, señor Hitler"

- ¿Qué es lo que quiere usted decir? ¿está enfermo, herido?, preguntó Hitler.

"No señor. Está condenado a muerte por haberos ofendido.

Hitler se enfureció:

-¡ No diga tonterías! ¡Demonio! Nadie ha sido nunca condenado a muerte por una cosa así.

Hoffmann le pasó a Hitler la carta de la madre del muchacho y se la guardó en su chaqueta. Entonces comenzó a caminar por la habitación sin decir nada. El joven fue perdonado. Pero por una ironía del destino desapareció en el frente, como tantos soldados.

14 de abril de 2009

El Führer bebe dos copitas de vino


Como es sabido Hitler fue abstemio durante toda su vida... justo al contrario que su fotógrafo y amigo Hoffmann. Este hecho les llevaba en muchas ocasiones a discutir el asunto. También es conocido el insomnio de Hitler así que Hoffmann le recomendaba tomarse unas copitas antes de acostarse como remedio.  Hitler le decía entonces:

- No me gusta el vino. Me da siempre la impresión de que es una especie de vinagre. No obstante, de joven, intenté algunas veces beber vino; pero, a no ser añadiéndole azúcar, nunca he podido tragarlo. 

A Hoffmann esto le parecía una auténtica aberración. 

- Estoy seguro de que tiene toda la razón. Con toda probabilidad conoce usted mi bodega mucho mejor que yo, Hoffmann.

Curiosamente en ese momento Hitler envió a buscar una botella que Hoffmann escogió. Y ante el asombro de éste se bebió dos vasos y exclamó:

- ¡Por Júpiter! Este vino es excelente.

Hoffmann se puso muy contento, sobre todo cuando el Führer anunció que tenía sueño y que quería acostarse. Al día siguiente dijo:

- He roncado como un trompo. Ahora bien, a pesar de ello, no volveré a beber vino. Usted sabe, Hoffmann, que el vino hace ver la vida de color rosa (lo pronunció en francés). Ahora bien, un juicio no puede ser imparcial de no ser concebido por un espíritu frío, el de un hombre cuyo estómago sea por completo sobrio. Ocurre que al principio el enfermo toma el vino como un medicamento; después la dosis diaria se convierte en hábito agradable. Eso puede estar muy bien para usted, mi querido amigo; pero no para mi.

Como vemos, Hitler fue una persona capaz de controlarse, muy al contrario que sus rivales Churchill o Stalin, que fueron unos grandes bebedores. 

17 de marzo de 2009

Hitler, la Iglesia y su intuición


Es conocido que Hitler, a pesar de haber nacido bajo el seno de una familia católica, nunca practicó la religión. Sin embargo a Hitler le encantaba visitar las iglesias. Siempre se fijaba entusiasmado en su arquitectura, las pinturas, esculturas... Incluso admiraba la organización de la Iglesia Católica, por haber perdurado durante tantos siglos. Impulsado por su amor al arte, visitó un gran número de iglesias, capillas y conventos. En una ocasión, al salir de una Iglesia, Hoffmann le fotografió bajo una cruz dorada del pórtico. Al fotógrafo le pareció una instantánea interesante y la publicó dentro de su libro "Hitler desconocido". Entonces Hoffmann fue acusado de haber presentado a Hitler como católico practicante. Como es sabido, dentro del partido existía toda una corriente en contra de la religión. El propio Hess le pidió a Hoffmann que retirara la foto de su libro. Sin embargo, Hoffmann era amigo íntimo de Hitler y le explicó al Führer lo ocurrido. Hitler le dijo:








- Es cierto que visito la iglesias. Lo que en ese día eran mis pensamientos, su foto no podría decirlo, ni es usted quien ha colocado la cruz por encima de mi cabeza. Déjelo, por tanto, tal como está; si el pueblo cree que soy devoto, eso no me ocasionará perjuicio alguno...



Hoffmann explica que, aunque Hitler se refiriera en muchas ocasiones a la Providencia, no era un hombre religioso. Dijo que ciertamente parecía que el Führer estaba protegido por la Providencia puesto que fueron muchas las ocasiones en que salvó la vida. Antes de la llegada al poder, arrojaban a Hitler cientos de piedras a la cabeza y ni una le rozó. Según Hoffmann, que viajó con él miles de kilómetros, Hitler se libró de la muerte "por un pelo" muchas veces.

Hitler sin embargo, creía en sus intuiciones. Así pues, antes del suicidio de su sobrina Geli Raubal, Hitler se mostró muy inquieto. También decidió en una ocasión variar sus planes: durante un discurso en la Bruergerbrauekeller presintió algo extraño y se marchó. Poco después explotó una bomba.

Al término de la guerra se suscitó una discusión en torno qué estadista moriría primero.

- Roosevelt caerá el primero -dijo Hitler- y esta muerte no hará cambiar nada.

Quince días después Roosevelt murió.

15 de marzo de 2009

Hitler sale de la cárcel


Cuando Hitler salió de la cárcel, a finales de 1924, fue llamado su fotógrafo Hoffmann para inmortalizar el suceso. Sin embargo cuando llegó a la fortaleza se encontró con que las autoridades no le permitieron fotografiar. Hoffmann pensó que nunca tenía suerte con Hitler puesto que en los principios políticos a Hitler no le gustaba que le fotografiaran. El fotógrafo esperó a que Hitler saliera. El Führer fue hacia él y le dijo que había tenido suerte y que podía hacer todas las fotos que quisiera. Cuando Hoffmann le contó lo ocurrido Hitler tuvo la idea de hacer las fotos en el exterior de la cárcel. Las fotografías dieron la vuelta al mundo.

¿Qué piensa usted hacer de momento? Preguntó Hoffmann.

- Voy a empezar otra vez desde el comienzo. Pero lo primero que quiero es tener una oficina. ¿Sabe usted algo que sirva para eso, Hoffmann?

Hoffamnn le dijo que conocía un piso con trece habitaciones libres que se alquilaba.  Hitler no se lo pensó dos veces y le dijo:

- Muy bien, eso es precisamente lo que necesito: trece habitaciones. Alquilaré doce.

Según Hoffmann, Hitler era supersticioso. Y así es como nació la famosa Casa Parda, sede del partido. 

                                        

3 de diciembre de 2008

Un poco de humor


Entre tanta seriedad que es esto de hablar sobre Hitler, voy a poner un poquito de humor con estas fotografías. La verdad es que existen multitud de fotos en las que vemos al Führer en actitudes simpáticas y graciosas. En esta primera foto vemos a Hitler señalando a alguien en actitud de sorpresa.

En esta foto tan curiosa vemos al Führer en los alrededores del Berghof lanzando lo que parece una botella. Lo cierto es que Hitler no era nada aficionado a ningún tipo de juego y menos en los que había que tener destreza. No le gustaba nada jugar porque no quería exponerse a perder o a quedar en ridículo. A tener en cuenta el hombre de detrás que tampoco dudó en fotografiar al Führer. 

En esta instantánea parece que Hitler fue inmortalizado mientras dirigía una orquesta sinfónica. La imagen es ciertamente curiosa. Da la impresión de que se encuentra delante de alguna maqueta arquitectónica, que tanto le gustaban.


19 de noviembre de 2008

In Fraganti




En un momento de descuido Hitler se mira las uñas y cuando se da cuenta de que le están fotografiando, le entra la risa. Sin duda, ese día estaba de buen humor.