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11 de mayo de 2013

Novedades en torno a Hitler

Como hay muchas novedades en torno a Hitler, paso a detallar las que más me han llamado la atención. La mayor parte de las noticias no ofrecen nada nuevo. Acompaño el link a cada noticia.

- Parece que el estado de Baviera trabaja rápidamente para tener la versión comentada de Mein Kampf. Como sabemos, los derechos de autor del libro caducan en el año 2015. El gobierno alemán está teniendo conversaciones con el gobierno israelí y habría “un interés común en impedir la difusión de esta misantrópica ideología."

 El ministro bávaro del Interior, Joachim Hermann, ha declarado:

 “De acuerdo a las leyes vigentes, el texto original de Hitler es una marcada incitación al odio”. Por ello, éste político anuncia desde ya pasos legales en contra cualquiera que pretenda difundirlo. Tim Hoesmann, abogado especializado en medios, el párrafo 130 del Código Penal ofrece el instrumento para enfrentar el problema. La prohibición del libro resulta probable, pues en él se difama claramente a personas y a grupos religiosos. Con todo, no es seguro, pues “se puede llegar a diferentes sentencias”. Precisamente, el Instituto para Historia Contemporánea (IZF) en Múnich trabaja desde el 2009 en una versión comentada, apoyada económicamente por Baviera. Berlín, en cambio, es más bien neutral: aunque el proyecto no es su iniciativa, podría resultar importante en el sentido de una valoración histórica de la dictadura nacionalsocialista.

“Si en general se permite que esa obra se difunda con comentarios, podría llevar a que la extrema derecha prepare una nueva edición con comentarios que no queremos que se difundan”, opina Lischka.





Los historiadores muniqueses trabajan  para tener listo los comentarios que deberán acompañar el texto íntegro de Mein Kampf.  “En ella no habrá sólo Hitler”, dice Simone Paulmichl, portavoz del instituto.

“Mientras más misterios se tejan en torno a un libro, mayor efecto tendrá”, opina Paulmichl, para quien esta edición de Mein Kampf tiene un valor informativo. Y Hoesmann ha declarado: “Me parece un paso apropiado. Pues, en caso de que el libro llegara a ser prohibido, muchos mitos comenzaran a tejerse a su alrededor”.
El historiador Laurence Rees escudriña en ‘El oscuro carisma de Hitler’ la fatal y perniciosa atracción ejercida por el dirigente nazi en las masas alemanas:
“Fue un ser mediocre, de escasa altura intelectual, un pésimo actor, pero aun así dueño de un notable y pernicioso carisma que utilizó para conducir a millones de será humanos al abismo de la destrucción”

Laurence Rees analiza en su nuevo libro el “oscuro carisma” del líder nazi


El blog El silencio de la Verdad,  ha publicado recientemente dos entradas interesantes, una de ellas sobre el destino de los falsos diarios de Hitler y otro sobre la hermana de Hitler, también muy interesante. Recomiendo su lectura. 




Las grandes ciudades nazis que afortunadamente Hitler no logró concretar

Las fotografías que Hitler le ordenó a su fotógrafo destruir y que éste salvó, siguen siendo utilizadas. Aquí ya hemos hablado sobre éstas fotografías. Lo cierto es que Hitler ensayaba mucho sus discursos y se preparaba a conciencia: he aquí parte de estas interesantes fotografías:













3 de abril de 2013

¿Se dedicó Hitler a la política para hacerse millonario?

- Me dediqué a la política contrariando mis aficiones. Por lo demás, solo veo en ella un medio que conduce a un fin. Hay gentes que creen que me sería duro quedarme sin la actividad que tengo ahora. Se engañan enormemente, ya que el día más hermoso de mi vida será el que deje detrás de mí la política, con sus disgustos y su esclavitud. Cuando concluya la guerra, tendré la sensación de haber cumplido mi deber y me retiraré. Querría entonces consagrar cinco o diez años a dar lucidez a mi pensamiento y objetivarlo en forma de obra escrita. Las guerras pasan. Sólo subsisten los testimonios del genio de los hombres.

- Si hubiera existido alguien capaz de realizar la obra a la que me he consagrado, no habría emprendido nunca el camino de la política. Me atraían más las artes o la filosofía. La preocupación que siento por la existencia del pueblo alemán me obligó a esta actividad. Sólo a partir del momento en que las condiciones de vida están aseguradas, puede florecer la cultura. 
(Hitler, Conversaciones)

Pongo estas palabras de Hitler porque en los últimos tiempos está habiendo un ataque nuevo hacia el Führer: que entró en política para enriquecerse.

Estoy leyendo el libro "Secretos del Tercer Reich" de Guido Knopp. El título ya nos indica a las claras, que no nos va a ofrecer ningún secreto, por lo menos los que hemos leído algún libro sobre el Tercer Reich. El libro (también podríamos llamarle "basura" pero bueno, para entendernos le llamaremos "libro") contiene un capítulo entero llamado "El dinero de Hitler". Tratándose de un libro de "secretos" uno puede pensar que contendrá alguno importante. Pero no. El autor nos quiere presentar a un Hitler ávido de dinero cuyo único fin en la vida fue enriquecerse. Incluso se atreve a decir que la mentira de que Hitler fue un hombre sencillo, sin apego a lo material, es un bulo que ha pervivido desde el III Reich. Desde 1945 se propusieron aniquilar a Hitler de todas las formas posibles y, mira por dónde, descubren ahora que aún quedan bulos del III Reich sin desmontar.

Decir que Hitler fue un avaro millonario es muy sencillo. Basta recurrir a los coches que tuvo, a su casa de montaña, al arte que coleccionó y a los regalos que hacía a Eva Braun. Es muy fácil. Con esos tópicos ya tienen su libro, se desarrollan convenientemente y listo.

Veamos qué nos dice el amigo Guido Knoop en su pastiche. Lo primero, que Hitler ya era millonario antes de llegar al poder. Todos sabemos que Hitler vivió holgadamente con las ventas de su libro Mein Kampf, como no podía ser de otra manera. Por cierto, que en un principio Mein Kampf no se vendió muy bien. No fue hasta 1932 o 1933 en que el libro comenzó a venderse. El autor recurre a la demagogia diciendo que lo que ganaba Hitler era setecientas cincuenta veces más que el sueldo de un obrero de la época. Incluso dice que "al escritor de éxito en que se había convertido Hitler no le resultaba difícil  realizar donaciones que causaban un gran revuelo en los medios de comunicación". Pero, ¿esto no nos suena a algo? ¿No está nuestra sociedad abarrotada de famosos, futbolistas y políticos haciendo supuestas obras sociales que anuncian a bombo y platillo?

"El estilo de vida de Hitler, que de puertas para fuera parecía espartano, y su celebrada modestia personal no eran sino parte de una escenificación que tenía poco que ver con la realidad. El multimillonario Hitler podía ser un asceta en lo que a comida y vestido se refiere: el biógrafo Ian Kershaw lo asegura en su obra fundamental, Hilter, 1889-1936", aunque añade que la vida del dictador transcurría "en el marco de un lujo desorbitado". Es evidente que el Führer del Tercer Reich disfrutó de los frutos que le proporcionaba el poder. En qué medida lo hizo es uno de los secretos de la dictadura nazi".

Para tratarse de un libro llamado "Secretos del Tercer Reich" y que el propio autor afirme que no puede responder a su propia pregunta y que lo solucione con un vergonzoso "es uno de los secretos de la dictadura nazi", nos viene a demostrar que este libro no solo es una tomadura de pelo sino que es una estafa. Por otra parte, que tenga a Ian Kershaw como referente ya nos dice por dónde van los tiros.

En el mismo capítulo Knoop hace un esbozo biográfico de Hitler en donde llega a llamarle "muerto de hambre insignificante", un estilo aprendido de su idolatrado Kershaw, por supuesto. Ya lo he dicho muchas veces, un libro escrito mediante insultos no merece ningún crédito. Pero con Hitler estamos más que acostumbrados.

No merece la pena perder tiempo con este libro pero voy a transcribir algunas perlas para que os hagáis una idea. Más que descrédito o pena, producen risa:

- Hitler se olía que la política le daría ocasión de ganarse la vida, ascender en la escala social y convertirse en alguien.

- Hitler se convirtió en uno de aquellos beneficiados por la inflación a los que permanentemente censuraba, implacable, en sus discursos.

El libro apenas contiene fuentes y las frases "se sospecha que.." son habituales. Por otra parte,  achacar que Hitler ganó en 1931 40.780 marcos en concepto de derechos de autor es tan mezquino como achacárselo a cualquier escritor de éxito.

Un capitulo del libro se llama "Lujo y Ostentación" pero ¿cuál es el lujo del que se rodeaba Hitler? Nada más que Berchtesgaden, que por otra parte era una casa modesta. No creo que la residencia de Hitler haya sido más lujosa que la de cualquier otro mandatario de la época, o incluso de nuestra época. El autor incluso aprovecha para llamar a Hitler "chapucero" porque la casa le parece digna de ser rechazada en "cualquier curso de la Escuela Técnica Superior".

Pero el autor va más allá y se atreve a asegurar que para edificar el Berghof hubo que hacer una presión brutal sobre los dueños y que algunos incluso fueron enviados a campos de concentración. Sin embargo, se le olvida al autor mencionar una fuente que lo acredite. Si alguien sabe algo al respecto que informe por favor, aunque me temo que se trate de un bulo.

Después la traducción es una chapuza. Por ejemplo de Göring dice que fue "delegado del plan trimestral". Sin palabras.

Por supuesto que Hitler ganó dinero. Por supuesto que vivió como un pequeño burgués. Pero la realidad es que Hitler fue una persona de gustos muy sencillos. Nunca hizo ostentación de riqueza.  Me resulta curioso que en estos días se afanen en convertir a Hitler en un avaricioso y codicioso cuyo único fin por dedicarse a la política era convertirse en millonario. Hace falta ser retorcido. Sobre todo en la época en que vivimos, cuyos políticos democráticos se han llenado los bolsillos de dinero público. Éste es el escándalo. Y no que Hitler fuera millonario, como por otra parte, no podía ser de otra manera. Sin embargo la única preocupación del Führer en su testamento fueron su familia, sus empleados, el partido y el Estado, a quienes cedió sus bienes. Aquí la única realidad es que Hitler ha hecho millonarios a quienes hablan mal de él. El resto es una patraña. 

16 de marzo de 2013

El Anschluss y el encuentro de Hitler con su amigo de juventud


"Considero una predestinación feliz haber nacido en la pequeña ciudad de Branau sobre el Inn; situada precisamente en la frontera de esos dos Estados alemanes, cuya fusión se nos presenta - por lo menos a nosotros los jóvenes - como un cometido vital que bien merece realizarse a todo trance. La Austria germana debe volver al acervo común de la patria alemana, y no por razón alguna de índole económica. No, de ningún modo, pues, aun en el caso de que esa unión considerada económicamente fuese indiferente o resultase incluso perjudicial, debería llevarle a cabo a pesar de todo. Pueblos de la misma sangre corresponden a una patria común. Mientras el pueblo alemán no pueda reunir a sus hijos bajo un mismo Estado, carecerá de un derecho moralmente justificado para aspirar a una acción de política colonial. Sólo cuando el Reich, abarcando la vida del último alemán, no tenga ya la posibilidad  de asegurarle a éste la subsistencia, surgirá de la necesidad del propio pueblo la justificación moral de adquirir posesión sobre tierras en el extranjero. El arado se convertirá entonces en espada y de las lágrimas de la guerra brotará para la posteridad el pan cotidiano."

Así comienza Mein Kampf, Mi Lucha, de Adolf Hitler. Con esto, sobran las palabras sobre la importancia que daba Hitler a la unión de Austria y Alemania, el llamado Anschluss. El que lo consiguiera nos da una idea sobre el tesón y la voluntad del Führer. 

En una conferencia del partido, Hitler manifestó la intención de convocar una votación por toda Alemania y Austria el 10 de Abril para confirmar el Anschluss. Ésta era la pregunta:

- ¿Acepta a Adolf Hitler como nuestro Führer y, por tanto, acepta la reunificación de Austria con el Reich alemán como se efectuó el 13 de marzo de 1938?

El resultado desbordó al mismo Hitler. De los 49.493.028 con derecho a voto, votaron 49.279.104; y de éstos, 48.751.857 adultos (el 99.08%) confirmaron su apoyo a las medidas de Hitler. Tanta unanimidad resultaba casi desconcertante. 

Hitler dio instrucciones a Ribbentrop para que el ex canciller Schuschnigg recibiera un trato digno y se le proporcionara un refugio tranquilo en cualquier parte. Pero al cabo de unos años -como tantas otras órdenes de Hitler- esto acabó por olvidarse, y Schuschnigg fue internado en un campo de concentración hasta que le liberaron en 1945.

(El Camino de la Guerra, David Irving)

Puesto que considero la unión de Austria un hecho casi sentimental de Hitler, vamos a relatar lo que su amigo August Kubizek escribió al respecto:

- El 12 de marzo del año 1938 atravesó Adolf Hitler la frontera, exactamente por el mismo lugar en el que su padre había servido como funcionario de aduanas. El ejército alemán entraba en Austria. La noche del 12 de marzo habló Hitler desde el balcón del ayuntamiento de Linz, que seguía siendo todavía tan modesto y sencillo como en tiempos de nuestra juventud, a la población de la ciudad congregada en la Plaza principal. Me hubiera gustado dirigirme a Linz, para hablar con él, pero tenía tanto que hacer buscando alojamiento para las tropas alemanas, que no me fue posible abandonar Eferding. Pero cuando el 8 de abril llegó Hitler de nuevo a Linz y después de una manifestación política en los talleres de la fábrica de locomotoras Krauss se instaló en el Hotel Weinzinger, traté de entrevistarme con él. La plaza delante del hotel estaba llena de gente. Me abrí paso a través de la multitud hasta la línea de guardias y les dije a los hombres de las SA que quería hablar con el canciller del Reich. Estos me miraron en el primer momento con extrañeza, y me tuvieron, con seguridad, por un loco. Pero cuando les enseñé una de las cartas de Hitler, se desconcertaron y llamaron a un oficial. Cuando también éste hubo visto la carta, me dejó pasar en seguida y me acompañó hasta el vestíbulo del hotel.

El vestíbulo parecía un enjambre de abejas. Numerosos generales formaban grupos y comentaban los acontecimientos. Ministros del Estado, conocidos por las revistas ilustradas, altos funcionarios del partido y otras personas de uniforme entraban y salían. Los ayudantes, posibles de reconocer por sus brillantes charreteras, pasaban presurosamente por la estancia. Y todo este agitado movimiento giraba en torno a un solo hombre, él mismo, a quien yo quería también ver. Sentí que la cabeza me daba vueltas, y me di cuenta de que mi empresa carecía de sentido. Tenía que hacerme a la idea de que mi antiguo amigo de juventud era ahora el canciller del Reich, y que este cargo, el máximo en el Estado, había creado entre nosotros una distancia infranqueable. Los años en que yo era la única persona a la que él dedicara su amistad y a quien confiara los problemas más íntimos de su corazón, habían terminado de manera definitiva. En consecuencia, lo mejor sería alejarme de nuevo de allí y no interponerme por más tiempo el camino de estos elevados personajes, que con toda seguridad deberían atender a importantes misiones.

Uno de los ayudantes más destacados, Albert Bormann, a quien yo había transmitido mi deseo, vino a mi de nuevo al cabo de unos instantes y me participó que el canciller del Reich se encontraba algo indispuesto y que hoy no recibiría ya a nadie. Me rogaba venir de nuevo mañana al mediodía. Bormann me invitó luego a sentarme por unos momentos, pues quería hacerme algunas preguntas. Me preguntó, con voz doliente, si en su juventud el canciller se había acostado siempre tan tarde. En la actualidad no se acostaba jamás antes de la medianoche, y dormía hasta avanzada la mañana, en tanto que los que le rodeaba, que por la noche debían seguir el ejemplo del canciller, debían levantarse temprano también a la mañana siguiente. Bormann se lamentó también de los accesos de cólera de Hitler, a los que nadie podía hacer frente, así como de la extraña alimentación del canciller, que consistía en manjares sin carne, platos a base de harinas y zumos de frutas. ¿Era ésta también la costumbre del canciller en su juventud?

Yo contesté afirmativamente, pero añadí que entonces solía comer también carne. Con ello me despedí. Este Albert Bormann era un hermano del conocido dirigente del Reich Martin Bormann.

Al día siguiente me dirigí de nuevo a Linz. Toda la ciudad estaba en pie. En todas las calles se agolpaba la multitud. Conforme iba acercándome al hotel Weinzinger, tanto más compacta se hacía la masa. Finalmente, pude abrirme paso hasta el hotel y ocupé de nuevo un sitio en el fondo del vestíbulo. La excitación y la agitación eran aún mayores que el día anterior. El día de hoy era el fijado para el plebiscito anunciado para Austria. Es fácil de imaginarse que en torno a la persona de Adolf Hitler se concentraban todas las decisiones. De todas formas, no hubiera podido encontrar una oportunidad menos favorable para este reencuentro. Calculé mentalmente. A principios de julio de 1908 nos habíamos despedido en el vestíbulo de la estación del Oeste. Hoy era el 9 de abril de 1938. Habían transcurrido, pues, exactamente treinta años entre aquella inesperada separación en Viena y el encuentro de hoy, caso de que ésta pudiera llegar a realizarse. Treinta años -¡la vida entera de un hombre!- ¡Y qué acontecimientos más trascendentales no habían traído consigo estos treinta años!

Yo no me hacía la menor ilusión de lo que habría de suceder, si es que Hitler sentía realmente el deseo de verme. Un breve apretón de manos, quizá un familiar golpecito en la espalda, un par de apresuradas palabras, dichas entre la puerta y el dintel, y con ello tendría que darme por satisfecho. Me había preparado también cuidadosamente un par de palabras adecuadas. Lo que me causaba ciertas preocupaciones era la manera como debía dirigirme a él. Era imposible dirigirme al canciller del Reich como "Adolf". Sabía bien cuán penoso le era cualquier falta de protocolo. Lo mejor sería atenerse a la interpelación generalmente utilizada. Pero Dios sabría si llegaría a tener siquiera ocasión de recitar el "discurso" preparado.

Lo que luego tuvo lugar va unido lógicamente en mi recuerdo a la emoción del momento. Cuando Hitler salió repentinamente de una de las habitaciones del Hotel Weinzinger, me reconoció al instante y me tomó del brazo, dejando plantado a su séquito y saludándome con un alegre "¡He, Gustl!"

Recuerdo todavía cómo tomó entre sus dos manos mi mano derecha, extendida hacia él, y cómo sus ojos, claros y penetrantes como en otros tiempos, se clavaron en mí. Lo mismo que yo, estaba él también visiblemente emocionado. Pude adivinarlo en el timbre de su voz.

Los dignos personajes del vestíbulo nos miraron a los dos con asombro. Nadie conocía a este extraño hombre de civil a quien el Führer y canciller del Reich saludaba con una cordialidad que muchos me envidiaban, con toda seguridad, en estos momentos.

Finalmente, pude recobrar de nuevo la serenidad y declamé las palabras preparadas. Él me escuchó atentamente mientras sonreía ligeramente. Cuando hube terminado, asintió con la cabeza, como si quisiera decir: "¡Bien aprendido, Gustl!", o incluso quizá: "Mi amigo de la juventud me habla ahora como todos los demás". A mi, sin embargo, que parecía fuera de lugar cualquier muestra de confianza que partiera de mí. Después de una breve pausa, me dijo: "Venga usted".

Es posible que con mis estudiadas palabras no me aplicara ya aquel "tú", utilizado por él en su carta del año 1933. Pero, hablando con franqueza, me sentí aliviado cuando le oí dirigirse a mí de "usted".

El canciller del Reich me procedió hasta el ascensor. Subimos hasta el segundo piso del hotel, donde se encontraban sus habitaciones. Su ayudante personal abrió la puerta. Entramos en ellas. El ayudante salió de la estancia. Estábamos solos. Nuevamente tomó Hitler mi mano, me miró fijamente durante largo rato y dijo:

- Su aspecto es exactamente igual al de entonces, Kubizek. Le hubiera reconocido al instante en cualquier parte. No ha cambiado, solo ha envejecido. 

Después me llevó hasta la mesa y me invitó a sentarme ante ella. Me aseguró cuánto se alegraba de volver a verme al cabo de tanto tiempo. Le había complacido especialmente mi felicitación, pues yo era quien mejor sabía cuán difícil había sido para él el camino. Esta ocasión no era ciertamente la más favorable para una larga conversación, pero confiaba que en el futuro habría de presentarse ocasión para ello. Él ya me lo haría saber. No era aconsejable escribirle a él directamente, pues las cartas que se le escribían no llegaban, muchas veces, siquiera a sus manos, pues debían ser previamente seleccionadas para descargar su trabajo.

- Yo no tengo ya vida privada como en aquellos tiempos, ni puedo hacer tampoco lo que quiero, como cualquier otra persona.

Así diciendo se levantó y se acercó a la ventana, que ofrecía una perspectiva sobre el Danubio. Seguía allí todavía el viejo puente de tirantes, que tanto le había enojado ya en su juventud. Como era de esperar, se refirió inmediatamente a él.

- ¡Este feo camino! -exclamó- sigue todavía aquí. Pero no por mucho tiempo, se lo aseguro a usted, Kubizek.

Con ello, se volvió de nuevo a mi y sonrió:

- A pesar de todo, me gustaría cruzar una vez más este puente en su compañía. Pero esto no es posible ya, pues allí donde yo aparezco, todos vienen detrás de mí. Pero, créame, Kubizek, es mucho lo que me propongo hacer todavía en Linz.

Esto no lo sabía nadie mejor que yo. Como era de esperar, me expuso de nuevo todos aquellos proyectos que le ocuparan en su juventud, como si entre tanto no hubieran transcurrido treinta, sino a lo sumo tres años.

Poco antes de haberme recibido a mí había recorrido en coche la ciudad, para informarse acerca de las modificaciones que habían sufrido sus edificaciones. Ahora me expuso los distintos proyectos. El nuevo puente sobre el Danubio, que debía llevar el nombre de "Puente de los Nibelungos", debía ser una obra de arte. Me refirió con detalle la ejecución de las dos cabezas del puente. Después me habló -yo me sabía ya desde un principio el orden de continuidad- del Teatro Municipal, que debería recibir ante todo un nuevo escenario. Cuando estuviera terminada la nueva Ópera, que habría de venir a sustituir la fea estación, el teatro sería utilizado solamente para las comedias y las operetas. Además, Linz necesitaba también una nueva sala de conciertos, si es que quería ser digna del nombre de una ciudad de Bruckner.

- Quiero que Linz ocupe una situación destacada desde un punto de vista cultural y crearé las condiciones necesarias para ello.

Yo pensé que con ello estaría terminada ya la entrevista. Pero Hitler pasó ahora a referirse a la creación de una gran orquesta sinfónica para Linz, y con ello la conversación dio un brusco giro hacia lo personal.

- "¿Qué ha sido de usted, realmente, Kubizek?"

Yo le expliqué que desde el año 1920 era un funcionario de la comunidad, actualmente en el cargo de un magistrado municipal.

- "¿Magistrado municipal - preguntó- qué significa esto?"

Ahora fui yo el desconcertado. ¿Cómo podía explicarle en pocas palabras lo que debía entenderse bajo este cargo? Busqué en mi vocabulario la expresión más adecuada para ello. Pero entonces me interrumpió:

- ¡Así pues, se ha convertido usted en un funcionario, un escribiente! Esto no es lo más adecuado para usted. ¿Adónde han ido a parar sus inclinaciones musicales?

Le contesté la verdad, que la guerra perdida me había lanzado por completo fuera de la órbita de mis inclinaciones. Si no quería pasar hambre, era forzoso cambiar de profesión. 

Hitler asintió gravemente y dijo luego:

- Sí, la guerra perdida.

Después fijó de nuevo en mí la mirada y dijo:

- Usted no acabará su tiempo de servicio como escribiente de la comunidad, Kubizek.

Por lo demás, me comunicó su interés por ver este Eferding, del que yo le hablaba.

Le pregunté si lo decía en serio.

- Naturalmente que iré a visitarle, Kubizek -confirmó-, pero mi visita será para usted solo. Entonces nos dirigiremos los dos juntos de nuevo hacia el Danubio. Aquí no es posible, pues no me dejan salir solo.

Quiso saber si me ocupaba de la música con el mismo celo de antes.

Ahora habíamos llegado a mi tema favorito y así pasé a referirle con todo detalle la vida musical en nuestra pequeña ciudad. Temía que, a la vista de los trascendentales problemas sobre los que había de decidir en aquel entonces, mi informe habría de aburrirle. Pero me había equivocado. Cuando, para ganar tiempo, le refería algo solo por encima, le atajaba inmediatamente:

- ¡Qué dice, Kubizek, incluso sinfonías ejecutan ustedes en esta pequeña Eferding! Esto es maravilloso. ¿Qué sinfonías han ejecutado ustedes?

Yo anoté: la "Inacabada" de Schubert, la Tercera de Beethoven, la Sinfonía de Júpiter, de Mozar, la Quinta de Beethoven.

Hitler quiso saber el número y composición de los ejecutantes de mi orquesta, se mostró asombrado por mis datos y me felicitó por mis éxitos.

- Tengo que ayudarle a usted, Kubizek -exclamó-; redácteme usted un informe y dígame qué es lo que le hace falta. ¿Y cómo le va a usted personalmente? ¿No tiene usted ninguna necesidad?

Le contesté que mi cargo me permitía una existencia ciertamente modesta, pero enteramente satisfactoria, y que en consecuencia no tenía que pedirle ningún favor personal. 

Levantó la mirada sorprendido. Que alguien no tuviera nada que pedirle, parecía ser algo poco corriente para él.

- ¿Tiene usted hijos, Kubizek?

-¡Si, tres hijos!

- Tres hijos, repitió conmovido.

Repitió varias veces estas palabras y con el rostro muy serio.

- Tres hijos tiene usted, Kubizek. Yo no tengo familia. Estoy solo. Pero quisiera poder preocuparme de sus hijos.

Tuve que contarle con detalle de mis hijos. Quería saber todos los detalles. Se alegró al saber que todos estaban dotados musicalmente y que dos de ellos eran también hábiles dibujantes.

- Yo me hago cargo de la tutela para la instrucción de sus tres hijos, Kubizek - me dijo - ; no quisiera que otros seres jóvenes y dotados tuvieran que seguir el mismo penoso camino que seguimos nosotros. Ya sabe usted, lo que tuvimos que sufrir en Viena. Y para mí, los tiempos más difíciles empezaron tan solo después de que nuestros caminos se habían ya separado. Allí donde yo puedo ayudar personalmente, ayudo. ¡y mucho más si se trata de sus hijos, Kubizek!

Quiero añadir en este lugar, que el canciller del Reich costeó, efectivamente, los gastos de la educación musical de mis tres hijos en el Conservatorio Bruckner de Linz a través de su oficina, y que por disposición suya los trabajos de dibujante de mi hijo fueron enjuiciados por un profesor de la academia en Munich.

Yo había contado simplemente con un apretón de manos, y ahora, llevábamos ya, en realidad, más de una hora juntos.

El canciller del Reich se levantó. Creí que la conversación habría terminado, y me levanté también. Hitler, sin embargo, hizo entrar a su ayudante y le dio las disposiciones relativas a mis hijos. Aquel le llamó entonces la atención sobre las cartas que yo conservaba todavía de los tiempos de nuestra juventud. 

Ahora tuve yo que extender las cartas, tarjetas y dibujos encima de la mesa. Su asombro fue grande al ver el considerable número de estos recuerdos. Quiso saber cómo se habían conservado estos documentos. Yo le hablé del cofre pintado de negro conservado en el desván, con su bolsa en la tapa y el sobre con la anotación "Adolf Hitler". Contempló atentamente la acuarela del Pöstlingberg. Había algunos hábiles pintores, que sabían copiar tan exactamente sus actuaciones, que éstas no podían distinguirse ya del original, me refirió. Estas gentes mantenían un fructífero  negocio y encontraban en todas partes tontos que caían en este engaño. Lo mejor sería no soltar de la mano este original.

Como ya en cierta ocasión habían intentado arrebatarme este material, le pregunté al canciller del Reich su opinión sobre este particular.

- Estos documentos son propiedad exclusiva suya, Kubizek - me contestó - ; nadie podrá nunca discutírselos. 

La conversación versó después sobre el libro de Rabitsch. Había sido alumno de la escuela real de Linz algunos años más tarde que Hitler, y escrito, probablemente con la mejor intención, un libro sobre la época escolar de aquel. Pero Hitler estaba muy indignado por ello, dado que Rabitsch no le había conocido siquiera personalmente.

- Vea usted, Kubizek, desde el principio estuve disconforme con ese libro. Solamente puede escribir sobre mí alguien que me conociera realmente. Y si alguien es aquí el más indicado, éste es usted, Kubizek.

Y volviéndose a su ayudante, añadió:

- Tome usted en seguida nota de ello.

Con ello tomó de nuevo mis manos:

- Ya ve usted, Kubizek, cuán necesario es que nos veamos más a menudo. Cuando me sea posible le llamaré a usted de nuevo.

La entrevista había terminado. Como embriagado abandoné el hotel.

Nota: las fotografías que acompañan este post no tienen nada que ver con el encuentro de Kubizek con Hitler. Lamentablemente, o no existen, o yo no las he visto nunca. 

4 de agosto de 2012

Novedades


Bueno, disculpad este retraso. Las vacaciones ya están aquí así que habrá que desconectar un poco de las rutinas del año. Pero antes vamos a repasar las noticias de las últimas semanas. El periódico "El Mundo" ha publicado un artículo en donde el historiador David Solar debate sobre la publicación del Mein Kampf en edición comentada. Entre otras lindezas, Solar dice que "Hitler no tenía cultura suficiente para escribir 720 páginas". También sugiere que fue Rudolf Hess quien dio forma al libro. Esto es muy discutible, ya que Hitler escribía él mismo sus discursos y éstos llegaban muy fácilmente a las masas. Y no fueron discursos pequeños precisamente. Incluso la manera que tenía de hablar era muy literaria, como podemos observar en sus conversaciones privadas. Bueno, la cuestión es que el estado de Baviera no sabe muy bien qué hacer cuando los derechos del Mein Kampf sean de dominio público. También se teme por el éxito del libro. 

Estos días se ha hablado en la prensa de que Hitler salvó a un judío Ernst Hess, ya que fue un antiguo superior suyo en la I Guerra Mundial. He estado mirando en las biografías habituales de Hitler y no he encontrado nada relativo a este Ernst Hess. La que lo sostiene es la historiadora alemana Susanne Mauss. Según ella, Hitler protegió al judío Ernst Hess por lo menos hasta 1941. Incluso dice que Hitler envió una pensión a su antiguo superior militar al tener que irse de Alemania debido a las leyes de Nüremberg. Desconocemos la veracidad de esta historia. En todo caso, es sabido que Hitler protegió a otro judío, el médico de su madre Eduard Bloch. 

Una noticia que me ha llamado la atención es la expulsión del barítono ruso Evgeny Nikitin del Festival de Ópera Richard Wagner de Bayreuth, porque llevó en su juventud una cruz gamada tatuada en su tórax. Y digo que me llama la atención porque el barítono ya se la quitó hace tiempo y dice arrepentirse. Curioso.

Estos días de olimpiadas es habitual leer en la prensa la archiconocida historia del atleta Jesse Owens y Hitler. Lo más habitual es oír que Owens "derribó las teorías raciales de Hitler". Ya hemos hablado en este blog del asunto. Pero a mi me gustaría que quienes escriben esas cosas me demuestren que son incompatibles las teorías raciales de Hitler con que un atleta negro gane a un atleta blanco y rubio. Me gustaría que alguien me dijera dónde pone en el Mein Kampf que un rubio siempre gana a un negro en cualquier competición. Eso es demagogia pura y dura. 

Siguiendo con las olimpiadas, ha salido a la luz estos días la historia de que la campeona olímpica Helen Stephens fue seducida por Hitler, que incluso le tocó el trasero y la invitó a Berchtesgaden y que ella se negó. Yo, ciertamente, sabiendo lo que sabemos de Hitler, no me lo puedo imaginar tocándole el culo a una señorita. De sobra son conocidos los modales de Hitler con las mujeres y que si de algo se cuidó mucho fue de guardar su propia imagen intacta. No imagino a Hitler arriesgándose a tocar el culo a una mujer para que le desacredite después. Sencillamente, no va con el carácter de Hitler. Pero la historia circula por la prensa estos días. 

Se conmemoró en Alemania el aniversario del atentado contra Hitler. No era un aniversario de cifra redonda, simplemente el 68 aniversario. Sin embargo, en la democracia alemana las fechas nazis históricas se han convertido en nuevo santoral católico. Se recuerdan y celebran con gran pompa. De hecho, el gobierno alemán honró la memoria de von Staunffenberg. Lo curioso de todo esto es que un reciente estudio entre los estudiantes alemanes revela que la mitad no conocen la figura de Hitler. 

Bueno amigos, voy a estar unos días fuera y no creo que pueda conectarme mucho. Intentaré publicar vuestros mensajes. Pero ruego un poco de paciencia si observáis que tardo en publicar. Puede que incluso tarde días en hacerlo, pero tranquilos que en cuanto pueda los publico. Espero que paséis buenas vacaciones los que las tengáis, y los que no también, por supuesto. Gracias por seguir ahí.