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13 de enero de 2013

Hitler y las mujeres

En sus conversaciones privadas Hitler dijo en 1942:

- Lo peor del matrimonio es esto: crea pretensiones legales. Es mucho más práctico tener una amante.

Claro, que según él, esa regla "sólo se rige para hombres relevantes". 

- Si una mujer empieza a pensar en cuestiones existenciales, mala cosa es. Puede atacarle a uno los nervios. 

- El mundo del hombre es grande, comparado con el de la mujer. El mundo de la mujer es el hombre. Sólo de vez en cuando piensa en otra cosa. La mujer puede amar más profundamente que el hombre. La inteligencia no le importa demasiado.

- Cuando una mujer se embellece lo hace a menudo impulsada por el secreto deseo de irritar a alguna otra. Las mujeres poseen una capacidad que nos falta a los hombres para dar un beso a una amiga y al mismo tiempo pincharla con una aguja. Es completamente inútil querer mejorarlas en este aspecto. ¡Dejémoslas con sus pequeñas debilidades! Si con ellas una mujer puede sentirse dichosa, tanto mejor. Es mil veces preferible que se ocupe de semejantes pequeñeces que no que empiece a dedicarse a cosas metafísicas. 

Sin embargo, a pesar de la tosquedad de esas palabras, encontramos con que Hitler siempre resultó encantador con las mujeres. Es más, podemos hablar perfectamente de un Hitler completamente diferente en el trato a hombres y a mujeres. Hitler jamás gritaba a una mujer, es más, incluso las tranquilizaba si cometían un error. Un claro ejemplo lo encontramos en sus secretarias. Hitler era un jefe muy amable y simpático con ellas. Quizá por eso sus secretarias le fueron fieles hasta el final. 

Muchas mujeres se sorprendían al tratar con Hitler. Esperaban encontrar al hombre fuerte, casi violento y rudo. Pero se encontraban con un hombre amable y simpático, que las agasajaba constantemente. Si Hitler se encontraba con una mujer, cambiaba incluso el tono de voz, que tenía entonces un tono más suave. Incluso se daba el caso de que si una mujer se encontraba indispuesta Hitler le permitiera incluso fumar en su presencia (documentado en Werner Maser).  Según el historiador, Hitler toleraba a las mujeres aspectos que a sus colaboradores les hubiera costado el puesto. 

Por otra parte, y a pesar de las declaraciones de Hitler (no olvidemos que expuestas en un tono privado y relajado) lo cierto es que Hitler admiró y respetó a mujeres que eran trabajadoras e independientes. Su relación con Winifred Wagner, Leni Riefensthal o Hanna Reitsch le alejan de toda sospecha de menospreciar a la mujer. 

También se ha especulado mucho sobre si Hitler fue capaz de amar. La respuesta no puede ser más clara: ¡por supuesto! Su relación con Eva Braun lo deja perfectamente a las claras. Por no hablar del abatimiento que Hitler sufrió tras el suicidio de Geli Raubal. Hitler sufrió una profunda depresión que le llevó incluso a la idea de apartarse de la política y de querer quitarse la vida. Se dice que a raíz de ese acontecimiento Hitler decidió no comer nunca más carne. La habitación de Geli solo la podía visitar él y su ama de llaves. Incluso encargó un busto de Geli que colocó en la nueva Cancillería. Ninguna de las suposiciones sobre las relaciones de Geli Raubal con Hitler, en donde se ha llegado a afirmar que Hitler maltrataba a su medio sobrina, han podido ser demostradas. Incluso se llegó a afirmar, en un alarde de "historia-ficción" impresionante, que Hitler practicaba el masoquismo con Geli. 

Su relación con Eva Braun está más que demostrada y ya hemos hablado de ella aquí en muchas ocasiones. No creo que sea necesario añadir más. En todo caso, Hitler hablaba de mujeres muy a menudo:

- ¡Cuántas mujeres hermosas hay! Estábamos sentados en el Ratskeller de Brema. Entró una mujer: ¡habría podido creerse que descendía del Olimpo! ¡Sencillamente deslumbradora! Los clientes soltaron cuchillos y tenedores. Y todos clavaron sus ojos en ella. ¡Y luego en Braunschwieg! Entonces me hice los más amargos reproches. A todos mis compañeros les pasó como a mi: una criatura rubia se acercó al coche dando saltitos para ofrecerme un ramo de flores. Todo el mundo se acordó del incidente, pero a nadie se le ocurrió preguntarle su dirección para que luego pudiera yo escribirle unas palabras de agradecimiento. ¡Rubia y alta y maravillosa! Pero así ocurren las cosas; aglomeraciones por todas partes. Y, además, teníamos prisa, todavía hoy me duele recordarlo. 

   En el Bayerischen Hof estuve una vez en una fiesta a la que asistían muchas hermosas mujeres con deslumbrantes brillantes. Pero he aquí que entró una tan bella que a su lado desaparecían todas las demás (no llevaba joyas). Era la señora Hanfstaengl. En casa de Erna Hanfstaengl la vi luego otra vez en compañía de Mary Stuck. Tres mujeres a cual más bella: ¡aquello si que era un cuadro!

A su piloto Hans Baur le dijo Hitler en una ocasión:

- Yo no puedo permitirme otra cosa. Las mujeres me hacen propaganda, y como hombre que continuamente tiene que enfrentarse a la opinión pública tengo que ser precavido. Si usted se desvía un poco del camino recto, nadie dice nada, pero si yo hiciera una cosa así, no podría dejarme ver nunca más. Las mujeres son incapaces de mantener la boca cerrada.

Werner Maser concluye en su biografía que en la vida de Hitler solo hubo 3 mujeres: su madre, Geli Raubal y Eva Braun. Acabo este post con la conclusión que saca este historiador:

"En Hitler, los sentimientos, de los que sabía servirse con gran maestría en su favor, estaban detrás del deseo que gobernaba toda su existencia. Solo los aceptaba cuando podían serle de alguna utilidad. En muy raras ocasiones "los golpes del destino", las graves enfermedades, las desgracias personales, los desengaños y los obstáculos le impulsaron  a modificar los objetivos que se había impuesto y a sustituir las personas a las que había otorgado su confianza. En este aspecto era sumamente obstinado e incorregible. Ni la temprana muerte de sus padres, ni sus fracasos de 1907 y 1908 en la Academia de Bellas Artes de Viena, ni el intento de golpe de estado de noviembre de 1923, que produjo un balance de 20 muertos y pudo suponer muy fácilmente el final de su carrera política, ni la prisión en Landsberg, ni otros momentos negativos de su vida posterior le hicieron dudar nunca de que alcanzaría su meta. Prácticamente siempre consiguió lo que se había propuesto, venciendo sin hacer caso de los consejos de los demás y sin tener que modificar sus convicciones. Solamente en dos ocasiones estuvo a punto de lanzar por la borda su ideología y de quitarse la vida que, en su opinión, encarnaba el destino alemán de la época: tras el fracasado golpe de Estado de 1923 y tras el suicidio de su gran amor Geli Raubal en 1931".

11 de julio de 2010

Yo fui el piloto de Hitler -3ª parte-

Un ejemplo de la discreción de Hitler lo encontramos cuando quiso visitar París, una vez derrotada Francia. Nos dice Baur que Hitler quiso llegar antes de que la población se despertara. Sin embargo, había transeúntes por las calles y Hitler fue reconocido.  Hitler visitó los Campos Elíseos hasta la tumba del soldado desconocido. Después examinó el Arco del Triunfo y la comitiva se fue hasta el Louvre, Trocadero, la Torre Eiffel, la Ópera  y los Inválidos, en donde Hitler visitó la tumba de Napoleón. A la vuelta, un neumático del coche de Hitler reventó y hubo que repararlo. Entonces Hitler fue reconocido de nuevo por trabajadores del aeropuerto. Según Baur, todos rieron mucho con Hitler, lo que dista mucho de la imagen de desprecio hacia otros países que se ha querido dar en Hitler.

Otro ejemplo lo tenemos en el relato que hace Baur de la repartición de territorios de los países del Este. Según Baur, "la repartición de los territorios no causaba ninguna alegría. En una ocasión Hitler le contó que había recibido a una delegación de la Ucrania subcarpática, que llegó para suplicarle que no incorporara este país a Hungría. Hitler lo aprobó interiormente, pero le dijo que había tenido que rechazar esa petición así como la demanda de la delegación de ser incorporados al estado alemán. Hitler le dijo que al final de la guerra Polonia sería restablecida con un gobierno propio, perdiendo solo el corredor de Dantzig.

La delegación de Ucrania causó mucha pena a Hitler pero no pudo atender sus peticiones puesto que Hitler ya había pactado con el regente Horthy. Probablemente Hitler hubiera preferido atender las peticiones del pueblo, pero en lo tocante a sus aliados, Hitler solía mantener su palabra, como siempre lo hizo con Mussolini. También con Franco Hitler se mostró como un aliado, en contra de sus intereses, puesto que Hitler quería conquistar Gibraltar. Hitler prometió devolver Gibraltar a España una vez pasada la guerra, pero Franco decepcionó a Hitler rechazando sus ofertas. Por contra, Pétain le parecía a Hitler un hombre digno. Siempre que se entrevistó con él hizo todo lo posible "para no tomar el aspecto de un vencedor ante él."

En una ocasión, con motivo de la visita de Mussolini al frente del este, se hicieron millares de prisioneros ucranianos. Hitler ordenó liberarlos. Muchos de los prisioneros se declararon ucranianos para poder ser liberados. Según Baur, muchos de los prisioneros liberados se unieron a las tropas soviéticas. Hitler hizo traer a un médico que se encontraba entre los prisioneros y conversó durante bastante tiempo con él. Como vemos, Hitler en ocasiones conversaba con las gentes de los lugares conquistados. Baur también habla de que las relaciones con la población de Rastenburg "eran excelentes".

Baur también nos da cuenta del amor que sentía Hitler hacia los animales. Nos dice que Hitler no apreciaba la pesca deportiva, pero que la situaba por encima de la caza (el mismo Baur era un aficionado a la pesca deportiva). Hitler experimentaba aversión hacia los cazadores de domingo, y solo admitía la caza cuando era indispensable para alimentarse. Si se le presentaban películas sobre caza solía exclamar "¡Qué espectáculo repugnante!" y se cubría los ojos pidiendo que le avisaran cuando terminara la secuencia.

Sobre Stalingrado, Baur nos dice que tuvo un gran impacto en Hitler. Dice que esa rendición tuvo repercusiones en su estado físico. Cuando tuvieron acceso a las fotografías tomadas en Moscú de Paulus, Hitler las miraba con mucho detenimiento para comprobar si eran auténticas. A partir de entonces, Hitler comenzó a desconfiar de sus generales. Según Baur, Hitler ya no aparecía en las comidas y prefería comer solo o con compañías muy selectas.

Sobre la invasión de Rusia, en una ocasión Baur oyó preguntar a un Gauleiter cuándo decidió Hitler atacar a Rusia. Su respuesta fue asombrosa:

- Cuatro semanas antes del comienzo de la guerra con ella.

Baur también nos da cuenta del dominio que tenía Hitler de sí mismo:

"Cuando Hitler escuchaba alguna  noticia que le impactaba especialmente, crispaba las manos detrás de su espalda y, con la cabeza levantada, recorría diez o quince veces la habitación a grandes pasos. Luego cesaba bruscamente la contracción y el rostro retomaba su expresión normal. Hitler retomaba la conversación como si no se hubiera encontrado al borde de su resistencia física en el instante precedente."

Sobre los días finales de Hitler, Baur también nos da cuenta de las palabras de Hitler en aquellos días:

- Estoy desdichadamente reducido aquí. Mis generales me han traicionado y vendido, mis soldados no quieren luchar y yo no puedo ya más.

Baur propuso a Hitler sacarlo del cerco de Berlín. Le dijo que había todavía aviones que lo podrían trasladar a Argentina, a Japón o a algún país musulmán, en donde Hitler era apreciado. Sin embargo Hitler le hizo entender a Baur que permanecería en Berlín hasta morir:

- Tengo todavía dos posibilidades: ir a las montañas o reunirme con Dönitz en Flensburg. Pero quince días más tarde estaría en el mismo punto que hoy, frente a la misma alternativa. La guerra terminará en Berlín, me quedo en Berlín y sucumbo con él. Hay que tener coraje para sufrir las consecuencias... ¡Voy a terminar! Lo se, millones de hombres van a maldecirme mañana... el destino lo quiere así. Los rusos saben perfectamente que estoy aquí, en el bunker, y temo que arrojen obuses de gas. Durante la guerra inventamos un gas que duerme a un hombre durante veinticuatro horas. Nuestro servicio de información ha sabido que los rusos también lo tienen. Es imposible imaginar que pueden tenerme vivo. Disponemos aquí de una defensa contra los gases, pero, ¿quién podría fiarse de ella? No yo, en todo caso... así que voy a terminar hoy.

- Tengo todavía dos misiones para usted, Baur. Le confío la responsabilidad de incinerar el cuerpo de mi esposa y el mío. Además, he designado a Dönitz para sucederme. Bormann tiene cierta cantidad de documentos que deben ser trasmitidos al almirante. Arréglese usted para salir de aquí. Es muy importante que Normann alcance a Dönitz. 

Hitler estrechó fuertemente la mano de Baur:

- Baur, habría que escribir sobre mi tumba: "¡Fue la víctima de sus generales!"

Cuando los cuerpos de Hitler y Eva Braun fueron incinerados,  Baur se mostró asombrado de que ya se hubiese procedido a la incineración. Goebbels le dijo que Hitler encargó a todos los que se había despedido que incineraran su cuerpo. Eso era para él muy importante. Según le dijeron a Baur, Hitler se había matado de un tiro en la sien.

Finalizo el repaso a las memorias de Baur. A continuación ilustro este entrada con imágenes de Hitler en su refugio alpino poco conocidas que lo muestran relajado y distendido mientras es visitado por numerosos ciudadanos. Podemos observar la paciencia de Hitler al ser agasajado por las masas:











1 de julio de 2010

Yo fui el piloto de Hitler -2ª parte-

Nos dice Baur que Hitler disponía de tres aviones JU-52 (en la imagen). También disponían de un avión particular Göring, Hess, Göbbels, Himmler, Keitel y Raeder.  Antes de que Hitler subiera a un avión, el piloto hacía siempre una prueba del mismo de diez minutos. Por lo tanto, si hubiera un explosivo en el avión de Hitler, explotaría siempre durante la prueba.

Hitler ya era tan popular en 1934 que le resultaba prácticamente imposible descansar. En una ocasión, en ese año, Hitler se fue a Wiesbaden para descansar una semana. Sin embargo la población se enteró de que su Führer se encontraba cerca y cortaron las carreteras para obligar a Hitler a detenerse. Para colmo, un reportero decidió seguir a Hitler. Al principio el Führer estaba muy molesto pero se calmó al ver que el reportero tenía buenas intenciones. Durante ese descanso Hitler dio todos los días un paseo de una hora por un parque. También iba todos los mediodías a la montaña, un lugar en el que Hitler siempre se encontraba muy a gusto.

Otro lugar que Hitler visitaba a menudo era el hotel Kaiserhof. De hecho, la planta superior del hotel se había convertido en un cuartel general del partido. A Hitler le gustaba ir para tomar el te o escuchar a la orquesta. Tenía reservada una mesa de un rincón desde la que podía ver toda la sala.  En el momento en que aparecía, la sala se llenaba. Hitler se dio cuenta de que los encargados reservaban las mesas vecinas a la suya y que las mismas damas volvían una y otra vez.  Hitler dijo:

- ¿Qué es lo que pasa? Siento mucho respeto por las ancianas señoras, pero preferiría sin embargo ver algunas más jóvenes.

Entonces se encargó una investigación y se supo que los mozos estaban pagados por esas señoras para que les avisaran de la presencia de Hitler. Incluso la gente compraba todos los objetos que Hitler utilizaba para llevárselos como recuerdo. Cuando Hitler se enteró, dejó de ir:

- No hubiera pensado nunca que tales incongruencias pudiesen ocurrir en el Kaiserhof. Una vez más, me he equivocado.

Hitler despertaba tanta admiración por parte de los ciudadanos que todas las puertas le eran abiertas. Sin embargo Hitler no podía disfrutar de un verdadero descanso, ya que en cuanto la gente sabía de su presencia, se formaban verdaderos altercados:

- No puedo ir adonde quisiera ir y no quiero ir adonde podría. Si yo aceptara una invitación, la buena ama de casa no podría evitar someterme a algún interrogatorio. Siendo su huésped, yo no podría rehusarme. Además mi conciencia no me permite dar mi acuerdo a cualquier cosa que yo no apruebe por entero. He aquí por qué me mantengo apartado.

Hitler mismo nos cuenta sobre una casa en Múnich a la que le hubiera gustado volver:

- Durante los primeros años de mi lucha, vivía en la casa de un vendedor de legumbres que tenía un puesto en el mercado. A la tarde cuando yo volvía, esta buena mujer estaba ya sentada frente a su máquina de coser para remendar sus cosas. Cuando yo abría la puerta me preguntaba "¿Y, señor Hitler, ha comido hoy?" "¡Pobre diablo!" decía entonces. ¿Cuándo será Usted razonable y abandonará su política? Ud. se dedica a ella sinceramente, lo se bien, pero eso no me impide morirse de hambre. La política no es una cosa para usted. Tendría que haberse dedicado a otra cosa. ¿Por qué no se dedica a pintar paredes para ganarse el pan? Eso lo alimentaría de otro modo." Pero iba a buscarme una jarra de cerveza, diez peniques de paté y dos panecitos. Luego volvía a su máquina diciéndome: "Vamos, siéntese aquí a mi lado." La buena mujer me daba entonces de comer cuando yo  no podía pagarle el alquiler  ni siquiera una sola vez... Vea usted Baur, me gustaría mucho volver a su casa pero no puedo hacerlo mientras sea canciller del Reich.

Sin embargo, Hitler nunca olvidaba a la gente y le dijo a su ayudante:

- Brückner, acabo de hablar con Baur de la vieja vendedora de legumbres de Múnich. Seguramente ella no puede ya ir al mercado. Averigüe qué ha sido de ella. Le daría una pequeña renta de mi dinero personal para que vea que no la he olvidado.

Ciertamente se trata de una anécdota encantadora.

En otra ocasión en la que Hitler supo que Göring disponía de un avión lujoso, le dijo a su piloto:

- Baur, un avión como ese puede ser para Göring, pero no para mí. No vaya por favor bajo ningún pretexto a imitar este modelo. Nos quedaremos con nuestras viejas instalaciones sencillas y de buen gusto. El lujo no me sienta. Por lo demás, la gente no comprendería si yo recorriese el país en un avión tan lujoso.

Una muestra del carácter de Hitler lo encontramos en la siguiente anécdota. Baur tenía muchas ganas de ir a África. Pidió permiso a Hitler y éste se lo denegó. El Führer sentía mucho miedo de perder a su piloto y no se fiaba del viaje: "Imagínese usted si se ve obligado a aterrizar en el desierto, será devorado por los leones. Y yo me quedaré aquí, esperándolo. No, no, usted no se irá."

En los siguientes días Hitler vio a Baur triste. El Führer estaba tan preocupado que se lo preguntó directamente: "¿pero qué es lo que le pasa?" "Usted sabe la razón, me hubiera gustado ir a África.", contestó el piloto. Finalmente Hitler le permitió hacer el viaje, con la condición de que telegrafiara todas las noches por si necesitaba ayuda. Cuando Baur regresó de su viaje, Hitler le recibió con un abrazo.

Otra anécdota del carácter de Hitler se puede observar durante una visita que Hitler hizo a Italia. Cuando vio que los italianos se inclinaban ante la familia real, Hitler se puso malo. No podía soportar esas costumbres:

- ¡Fue un momento abominable! ¡Tengo horror a esas viles costumbres cortesanas! Nunca las he podido tolerar. Ver a los italianos arrojarse por el suelo, me pareció tan indigno que no tuve más que una sola idea: salir de aquí lo más rápido posible.

Con respecto a la guerra, Baur asegura que Hitler estaba dispuesto a no poner ningún obstáculo  a la posición mundial de Inglaterra, siempre que le dejaran las manos libres en Europa. Por otra parte, Hitler admiraba la política mundial de Gran Bretaña. También según Baur, Hitler atacó a Polonia porque pensaba que Francia e Inglaterra se mantendrías alejadas del conflicto. Cuando se enteró de las declaraciones de guerra Hitler se consoló diciendo que el conflicto debía surgir  tarde o temprano, y que era mejor que se produjera en ese momento en que él tenía planes para el desarrollo de Alemania. 

Con respecto al tratado de Hitler con Stalin, Baur nos dice que Hitler se defendió diciendo que sin aquel tratado de comercio y de amistad la situación de Alemania hubiera sido muy difícil. Confiaba también Hitler en una reacción de los ingleses. Según Baur, ese tratado satisfacía mucho a Hitler. 

29 de junio de 2010

Yo fui el piloto de Hitler -1ª parte-

Yo fui piloto de Hitler - Hans Baur

Acabo de finalizar las memorias del piloto de Hitler. Que yo sepa, no se encuentran editadas en España, por lo que se hace obligatorio hacerse con esta edición argentina, con las diferencias lingüísticas propias. Por cierto, me gustaría saber si los del otro lado del atlántico notan mucha diferencia entre un libro traducido en España y otro propio. Porque ciertamente a mi en ocasiones me resulta un poco complicado entender la traducción. 

Esta biografía la podemos considerar hermana de otras escritas por colaboradores y amigos de Hitler. Va muy bien en nuestra estantería junto a "Yo fui amigo de Hitler" de Heinrich Hoffmann, Doce años junto a Hitler de Christa Schroeder o, en menor medida, "Hasta el último momento" de Traudl Junge. Se trata de biografías de amigos de Hitler que no necesariamente relatan los horrores de la guerra, sino anécdotas más o menos interesantes de la vida y personalidad de Hitler. En ese sentido Baur es bastante benévolo con Hitler, teniendo en cuenta los diez años que el pobre hombre tuvo que sufrir en diversos campos de concentración de Rusia y que le costaron la amputación de una pierna. Yo doy mucha importancia a estos libros, puesto que en ellos encontramos a un Hitler en estado puro, tal y como era. Por otra parte, el autor, al hablar solo de esas anécdotas, queda en cierta forma absuelto de los supuestos crímenes que la historia pudiera atribuirle, o por lo menos de su supuesta complicidad, que de todo supongo habrá. 

Baur se puso al servicio de Hitler en marzo de 1932, esto es, justo un año de la subida al poder. Por lo tanto, participó activamente en las campañas electorales finales de Hitler. Baur asegura que de ese modo "Hitler, voluntariamente o no, se convirtió entonces en el gran propagandista de la Lufthansa y contribuyó grandemente a la extensión del tránsito aéreo." Así que ya tenemos otra atribución para Hitler, la de haber contribuido en la popularidad del tráfico aéreo. 

Otro mérito indiscutible de Hitler es el de la persuasión. Solo Hitler era capaz de atraer a las masas hacia su movimiento como nadie lo ha hecho nunca. Era capaz de convencer a un comunista sin el menor problema. Con ocasión de una campaña electoral en la que debía hablar en Hamburgo, ciudad ganada por los comunistas, se produjeron varios disturbios y Hitler le dijo al piloto:

- Si logro hablar durante diez o quince minutos, la partida ha sido ganada. No hay que temer que me arrojen fuera. La mayor parte se calla para escucharme hablar, primero con desconfianza, luego con entusiasmo.

Se comprende entonces el por qué Hitler habló siempre con angustia que le hubieran ido mejor las cosas de no haber apoyado a Franco, pues siempre dijo que le hubiera resultado más fácil convencer a los comunistas españoles para su causa.

Como el libro contiene muchas anécdotas, voy a resumir alguna que me ha llamado la atención.  En una ocasión en que Hitler estaba cansado de estar junto a muchos hombres, propuso a Sauckel:

- Arregle usted algo para traer algunas mujeres a nuestra mesa. Ya estoy cansado de ver siempre hombres alrededor de mi, y querría escuchar algunas voces femeninas.

Hitler se entusiasmó con la idea. Sin embargo, cuando alguna mujer se le acercaba, apenas le mostraba confianza. Le dijo a Baur:

- Usted tiene razón. Hay cosas que no puedo permitirme. Conmigo las mujeres no buscan más que un efecto de propaganda y como me encuentro bajo los reflectores de la vida pública, debo preservarme  de ellas. Si usted se permite una comparación, nadie irá a gritarlo por los techos, pero yo, no podría después mostrarme en ninguna parte. Las mujeres son incapaces de contener su lengua. 

Efectivamente, no se conoce a ninguna mujer que haya podido decir que mantuvo una relación íntima con Hitler. Estoy convencido de que de haber existido, se sabría perfectamente. Por lo tanto, Hitler hizo siempre un gran esfuerzo por mantenerse alejado de las mujeres. "Hitler evitaba ansiosamente todo aquello que pudiera alcanzar su prestigio, su aureola", sentencia Baur. 

Otra anécdota que relata Baur:

"Era por cierto muy interesante aprender a conocerlo más de cerca, principalmente cuando él trataba de calmarse. En los jardines de la cancillería había muchas ardillas domesticadas. Cuando Hitler llegaba allí corrían hacia él saltando y brincando para conseguir avellanas. Siempre las llevaba en los bolsillos. A menudo cuando su provisión se acababa yo le proponía ir a buscar otras. Pero él se negaba siempre:

- No, Baur, ese no es su papel.

Llamaba entonces, aparecía un criado detrás de los árboles y le traía nuevas avellanas. "

Me cuesta mucho creer que una persona tan sensible con los animales, fuera un monstruo con los humanos. Quizá ambas cosas no sean incompatibles, pero en Hitler tenemos suficientes anécdotas como para pensar claramente en una sensibilidad mayúscula. 

Otro ejemplo más de la prodigiosa memoria de Hitler lo encontramos en otra anécdota. En una ocasión en la que se encontraban en casa de Hanfstaengl, éste interpretó una obra al piano. Después de que Hanfstaengl la interpretó, Hitler la silbó desde el comienzo hasta el final, interrumpiéndose para señalar alguna modificación. 

Una cuestión que me ha desconcertado es cuando Baur habla de la primera entrevista entre Hitler y Mussolini y la sitúa el 14 de Junio de 1933 en Venecia. Yo tengo entendido que esa famosa entrevista tuvo lugar en 1934, así que pensé que se trataba de un error de traducción o de imprenta. Sin embargo, al final del libro Baur continúa diciendo que Hitler y Mussolini se encontraron en 1933, 1934, 1937 y 1943. La verdad es que ignoro por completo si Hitler y Mussolini se encontraron por vez primera en 1933, pero no tengo constancia y lo dudo. Por otra parte, Baur insiste en que en febrero de 1934 tuvo lugar la segunda entrevista entre los dos mandatarios, también en Venecia. 

Hace un tiempo se habló de una nueva biografía sobre Eva Braun próxima a publicarse. Traté el asunto en el blog. En esa nueva biografía la autora aseguraba que Eva Braun jugó un papel destacado en la política de Alemania y que tuvo influencia en Hitler. Yo siempre lo dudé. Baur nos saca de dudas una vez más, al tiempo que creo que hace un esbozo perfecto de lo que fue la relación de Hitler y Eva Braun:

"Eva Braun no jugó absolutamente ningún papel en la política y no concibió ninguna ambición a partir de la situación privilegiada en la que se encontraba.Todos los que la han conocido se han sentido tocados por su personalidad. Se ha tejido alrededor de ella una leyenda, en esta época en la que se busca lo sensacional y se ha contado a su respecto gran cantidad de estupideces. Ella no fue gran cosa, pero se contentó con lo que era, limitándose a ser una mujer a la que un hombre quería hacer dichosa y logrando tan sólo una dolorosa felicidad. Personalmente aprecié enormemente su simplicidad y su bondad."



8 de junio de 2010

Hitler en el año 1939

En la fotografía observamos una carta postal editada con motivo del 50 aniversario de Hitler. 1939 fue un año clave para el Führer. En enero la Nueva Cancillería que Speer construyó en un tiempo record, ya estaba inaugurada. Estaba ubicada en la Voss Strasse y se podía ver perfectamente a cientos de metros

No era fácil ver a Hitler en la Nueva Cancillería. En Berlín Hitler tenía su residencia en el primer piso de la vieja Cancillería. Sin embargo, cuando se encontraba en Berlín, Hitler estaba más activo recibiendo a ministros y al cuerpo diplomático. Después del almuerzo, Hitler leía la prensa. Por aquella época también tenía la costumbre de ver películas. Según David Irving, podía ver las películas que quisiera y si alguna no le gustaba, se preguntaba cómo era posible que Goebbels la hubiera permitido. También según Irving, cuando el Führer vio Marie Antoinette, se levantó y se marchó muy ofendido. 

En febrero Hitler viajó en tren hasta Hamburgo para la botadura del mayor acorazado construido hasta la fecha y al que se bautizó con el nombre del antecesor del Führer, Bismark. Hitler mismo decidió las posiciones de las cámaras de los periodistas y prohibió a los corresponsales extranjeros. 





Es curioso porque Hitler se refirió "al día más feliz de mi vida" en varias ocasiones a lo largo de su vida. En marzo pronunció esa frase a sus secretarias y les dijo a su vez "acabo de conseguir algo por lo que otros lucharon en vano durante siglos. La Bohemia y Moravia vuelven a ser del Reich. Pasaré a la historia como el alemán más grande de todos los tiempos."

Pero el hecho más importante del año 1939 fue la invasión de Polonia. Según cuenta el piloto personal de Hitler, Hans Baur,  "Hitler se decidió a abrir las hostilidades, estoy convencido, más porque no creyó en una intervención de Francia e Inglaterra... Cuando se encontró ante las declaraciones de guerra, se consoló diciendo que el conflicto debía surgir tarde o temprano, que valía más verlo producirse en ese momento, cuando todavía él tenía la posibilidad de realizar sus planes para el desarrollo de Alemania... ordenó a Speer que no concibiera en gran escala las construcciones nuevas, necesarias para la guerra en el dominio industrial, sino que previera su duración durante dos años, cuatro como máximo."

Sobre el tratado que Hitler firmó con Stalin, también tenemos la versión que nos da Hans Baur:

- Como la vez anterior, el tratado concluido en Moscú fue objeto de ardientes discusiones en la mesa. Hitler declaró, entre otras cosas, que sin aquel tratado de comercio y de amistad, nuestra situación hubiera sido difícil. Además, esperaba alguna reacción sobre los ingleses.

Según Baur "todos tuvimos la impresión  de que aquel tratado satisfacía enormemente a Hitler.

En noviembre del mismo año, Hitler dio el discurso anual para celebrar el aniversario del Putsch de 1923. Como es sabido, Hitler abandonó la cervecería antes de lo previsto, según Baur porque el Führer debía volver a Berlín y al no poder llevarle en avión debido al mal tiempo, se decidió que volviera en tren. Menos de una hora después de que Hitler abandonara el local, una bomba estalló. Según el piloto de Hitler, cuando se descubrió al autor del atentado, Müller, fue condenado a muerte pero Hitler intervino para hacerlo internar en un campo de concentración. Sin embargo el autor del atentado murió en ese campo. 

Durante las navidades de ese año, Hitler quiso preparar los regalos para su personal. Nos dice Baur:

- Le gustaba regalar y comprobar que sus regalos habían gustado. Una vez me dijo que hubiera querido elegir esos regalos personalmente pero que desgraciadamente no podía ir a los comercios. Le aconsejé seguir el ejemplo de Göring, que se presentaba en esos comercios después del cierre para hacer sus compras con toda tranquilidad, pero este modo de actuar no le gustaba mucho, según me dijo.

Al estallar la guerra, Hitler quiso mantener su estilo de vida sencillo, haciéndolo incluso más sencillo. Cuando le dijeron que iban a decorar un puesto de mando en el que habían previsto esculturas, herrajes y alfombras caras, lo rechazó al momento diciendo: "¿cree usted que me instalaría a vivir allí? Por otra parte, millares de alemanes vendrían de peregrinaje. ¿Qué idea tendrían ellos al comprobar que yo vivía en un lujo tal?"

Tampoco le gustaba a Hitler el lujo cuando comía cerca del frente. Comía en la cocina de la tropa. Según cuentan sus allegados, nunca vieron que se preparara una mesa especial para él. 

Como vemos, a Hitler no le gustaba el lujo, y mucho menos le gustaba dar una imagen frívola. Le preocupaba mucho que sus semejantes le vieran rodeado de lujo. Sin embargo para Hitler eso nunca supuso ningún problema. Su modo de vida era muy sencillo. A menudo se ha dicho que Hitler expropió cuadros para él. Pero lo cierto es que Hitler proyectaba exhibir sus cuadros en un futuro museo. Las posesiones nunca obsesionaron a Hitler. Todas sus pertenencias eran del pueblo, acostumbraba a decir.


25 de abril de 2010

Hitler en avión

Hoy en día existe mucha gente que tiene pánico a volar. Pero imaginaos lo que significaba volar en los años veinte, cuando la aviación civil todavía estaba en pañales. Hitler fue una persona realmente valiente, como nos lo demuestran sus numerosos viajes en avión. No era fácil volar en aquella época. El primer vuelo de Hitler del que tenemos constancia lo hizo a principios de los años veinte. Fue un viaje para comprobar la magnitud de un Putsch en Berlín. En aquella época abundaban los Putsch, tanto socialistas como de grupos paramilitares, como el organizado por los Cuerpos Libres comandados por el general von Lüttwitz en Berlín. Hitler decidió ir a ver qué ocurría. Y viajo en una avioneta deportiva sin techo junto Eckart.  Curiosamente el piloto de esa avioneta era un personaje que tendría un significado especial en las últimas horas de vida de Hitler, el teniente Ritter von Greim.  El tiempo era muy turbulento y Hitler vomitó varias veces durante el trayecto. Cuando llegaron a Berlín el aeropuerto estaba ocupado por los obreros y Hitler tuvo que disfrazarse con una barba postiza. Eckart se hizo pasar por comerciante. Me estoy imaginando a un joven Hitler disfrazado con una barba postiza e imagino lo impagable de una imagen así. Sería un documento increíble. Pero, lamentablemente no existe. Cuando la avioneta aterrizó Hitler juró que nunca volvería a volar, puesto que la experiencia había resultado una odisea. Bueno, sabemos que no fue así. 

El piloto más conocido de Hitler fue Hans Baur. A pesar de que Baur ya era miembro del partido nacionalsocialista, en sus memorias Baur dice que le avisaron de que "un tal señor Hitler ha telefoneado", lo que suena un poco extraño, ya que eso ocurrió en marzo de 1932 y Hitler ya era conocido en todo el mundo. Lo cierto es que durante el primer encuentro entre Hitler y el piloto, el Führer recordó su primer y aparatoso vuelo y le mostró su desconfianza a volar. Baur pronto le tranquilizó y le dijo que la aviación había progresado mucho durante esos años, con los aviones trimotores. Por aquellos días Hitler estaba inmerso en numerosas campañas electorales y debía de recorrer Alemania entera. El avión le pareció un método de desplazamiento idóneo. Durante el primer vuelo que realizaron juntos, Baur colocó a Hitler a su lado para que se pudiera distraer viendo el tablero de mando y el paisaje. Le debió de gustar mucho puesto que a partir de entonces Hitler realizaría múltiples vuelos. 

La primera campaña electoral con Baur a los mandos empezó el 3 de abril de 1932 y duró tres semanas. Hitler partió de Múnich a Dresde, la ciudad que quedaría destruida por completo al término de la guerra. Hitler estaba tan contento con su piloto que le regaló un gran ramo de rosas. A Hitler siempre le gustó regalar a sus colaboradores. El comportamiento de Hitler con sus allegados era casi siempre de tipo familiar. De hecho, Hitler siempre cuidó mejor a sus empleados domésticos, chóferes, pilotos y médicos mejor que a sus militares. Con ellos se sentía muy a gusto y siempre prefería una conversación con una secretaria que con un mandatario de un país. 

Aquella campaña electoral fue muy intensa pero Hitler se mostró siempre en plena forma. Hitler aprovechaba los viajes en avión para leer la prensa, como podemos observar en la foto. Pero en muchas ocasiones el vuelo no era precisamente cómodo. Antes de volar, Hitler preguntaba a Baur sobre las posibilidades del vuelo. Baur era un piloto intrépido y siempre estaba dispuesto. En una ocasión volaron con un granizo que daño el fuselaje del avión. Volaban entre las montañas y Hitler quedó muy impresionado y emocionado a la vez. Lejos de asustarse, le recordó "el encanto de fuego de la Walkyria, al ver el granizo y la lluvia golpear el macizo en verdaderas trombas, con el telón de fondo de la siniestra y amenazante muralla de la tormenta."

En su celebrado "Triunfo de la Voluntad", de Leni Riefenstahl, hay una escena justo al comienzo en la que se ven unas vistas aéreas muy impactantes. Abajo, los emocionados ciudadanos observan descender un avión del que sale el Führer. Es una escena muy conseguida. El efecto es realmente asombroso: Hitler descendiendo de los cielos. 



12 de julio de 2009

Las comidas de Hitler


Las memorias de Speer, aunque muy discutidas, contienen abundantes anécdotas sobre Hitler. Speer dijo que las comidas en casa de Hitler eran una pérdida de tiempo porque siempre se alargaban hasta las cuatro y media. Decía que estar tanto tiempo era un lujo porque nadie se podía permitir eso todo los días. Él mismo acudía a comer una o dos veces por semana "para no desatender mi trabajo". Eso es típico de Speer. Escribir que estar con Hitler comiendo hasta las cuatro y media era una pérdida de tiempo, cuando yo entiendo que en aquella época eso debía de ser un honor impresionante. Además, estar junto al Führer le garantizaba a uno un buen puesto en el Reich. Eso, por ejemplo, no lo comenta Speer. Pero bueno, podemos entender al bueno de Speer, que escribió sus memorias enfrentándose a una pena de cárcel e intentando justificar su conducta. Eso sí, por lo menos nos dice que ser invitado del Führer "daba prestigio". Lo cierto es que Hitler, mientras comía o conversaba con sus colaboradores, también trabajaba. Daba directrices políticas. Hitler era una persona a la que no le gustaban las reuniones. Prefería dirigir mientras departía en esas comidas o sobremesas, lo que entiendo resultaba más ameno para todos.


A las cenas de Hitler solían asistir el personal más íntimo del Führer. Speer nos dice que acudían entre seis y ocho personas. Su asistente, su médico, el fotógrafo, algún conocido de Múnich o el piloto privado de Hitler. Según Speer, por la noche Hitler no deseaba estar con colaboradores cercanos tipo Goebbels. Las conversaciones en la cena eran más triviales. Al Führer le gustaba ser informado sobre obras teatrales o por cotilleos de la vida mundana. Se divertía mucho con las anécdotas que le contaban su piloto Baur y, sobre todo, con su fotógrafo Hofmann. Finalmente era el propio Hitler quien hablaba sobre su vida.
Nos cuenta Speer una anécdota sobre los gustos culinarios de Hitler. Kannenberg, el intendente, intentó ofrecer a Hitler un plato distinto al de sus gustos sencillos. Y le llevó un plato de caviar, cuyo sabor desconocía. Sin embargo Hitler quiso conocer el precio de ese plato y cuando Kannenberg se lo dijo, el Führer se escandalizó por el elevado precio y prohibió que se volviera a comprar. Kannenberg no dejó de insistir y en otra ocasión se presentó con un caviar más barato, pero el Führer lo volvió a considerar excesivamente caro y ya no le volvieron a servir caviar. Por otra parte, Hitler no concebía la idea de un Führer comiendo caviar, que era una comida lujosa. A Hitler siempre le gustó predicar con el ejemplo y nunca destacó por cometer excesos. En ese sentido siempre fue muy estricto.

Cuando la cena concluía, Hitler dirigía a sus invitados a la sala de estar. Entonces el Führer se relajaba y estiraba las piernas. A Hitler le gustaba entonces ver una película e invitaba incluso al personal del servicio y a los escoltas. A Hitler le gustaba mucho hablar sobre la película y sobre los actores cuando finalizaba la proyección. Después continuaba la tertulia mientras se servía vino, cerveza y algunos bocadillos. Hacia las dos de la madrugada Hitler se despedía.

Al principio Hitler invitaba a damas a sus veladas. Esas damas eran elegidas por Goebbels, aunque para evitar rumores Hitler siempre prefería que fueran damas acompañadas de sus esposos. En esas ocasiones el Führer se mostraba especialmente cordial con ellas y no paraba de ofrecerles toda clase de atenciones. Sin embargo, según Speer, hacia 1935 dejó de invitarlas. Pero hacia 1939 Eva Braun tuvo un dormitorio en el domicilio de Hitler de Berlín.