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1 de julio de 2010

Yo fui el piloto de Hitler -2ª parte-

Nos dice Baur que Hitler disponía de tres aviones JU-52 (en la imagen). También disponían de un avión particular Göring, Hess, Göbbels, Himmler, Keitel y Raeder.  Antes de que Hitler subiera a un avión, el piloto hacía siempre una prueba del mismo de diez minutos. Por lo tanto, si hubiera un explosivo en el avión de Hitler, explotaría siempre durante la prueba.

Hitler ya era tan popular en 1934 que le resultaba prácticamente imposible descansar. En una ocasión, en ese año, Hitler se fue a Wiesbaden para descansar una semana. Sin embargo la población se enteró de que su Führer se encontraba cerca y cortaron las carreteras para obligar a Hitler a detenerse. Para colmo, un reportero decidió seguir a Hitler. Al principio el Führer estaba muy molesto pero se calmó al ver que el reportero tenía buenas intenciones. Durante ese descanso Hitler dio todos los días un paseo de una hora por un parque. También iba todos los mediodías a la montaña, un lugar en el que Hitler siempre se encontraba muy a gusto.

Otro lugar que Hitler visitaba a menudo era el hotel Kaiserhof. De hecho, la planta superior del hotel se había convertido en un cuartel general del partido. A Hitler le gustaba ir para tomar el te o escuchar a la orquesta. Tenía reservada una mesa de un rincón desde la que podía ver toda la sala.  En el momento en que aparecía, la sala se llenaba. Hitler se dio cuenta de que los encargados reservaban las mesas vecinas a la suya y que las mismas damas volvían una y otra vez.  Hitler dijo:

- ¿Qué es lo que pasa? Siento mucho respeto por las ancianas señoras, pero preferiría sin embargo ver algunas más jóvenes.

Entonces se encargó una investigación y se supo que los mozos estaban pagados por esas señoras para que les avisaran de la presencia de Hitler. Incluso la gente compraba todos los objetos que Hitler utilizaba para llevárselos como recuerdo. Cuando Hitler se enteró, dejó de ir:

- No hubiera pensado nunca que tales incongruencias pudiesen ocurrir en el Kaiserhof. Una vez más, me he equivocado.

Hitler despertaba tanta admiración por parte de los ciudadanos que todas las puertas le eran abiertas. Sin embargo Hitler no podía disfrutar de un verdadero descanso, ya que en cuanto la gente sabía de su presencia, se formaban verdaderos altercados:

- No puedo ir adonde quisiera ir y no quiero ir adonde podría. Si yo aceptara una invitación, la buena ama de casa no podría evitar someterme a algún interrogatorio. Siendo su huésped, yo no podría rehusarme. Además mi conciencia no me permite dar mi acuerdo a cualquier cosa que yo no apruebe por entero. He aquí por qué me mantengo apartado.

Hitler mismo nos cuenta sobre una casa en Múnich a la que le hubiera gustado volver:

- Durante los primeros años de mi lucha, vivía en la casa de un vendedor de legumbres que tenía un puesto en el mercado. A la tarde cuando yo volvía, esta buena mujer estaba ya sentada frente a su máquina de coser para remendar sus cosas. Cuando yo abría la puerta me preguntaba "¿Y, señor Hitler, ha comido hoy?" "¡Pobre diablo!" decía entonces. ¿Cuándo será Usted razonable y abandonará su política? Ud. se dedica a ella sinceramente, lo se bien, pero eso no me impide morirse de hambre. La política no es una cosa para usted. Tendría que haberse dedicado a otra cosa. ¿Por qué no se dedica a pintar paredes para ganarse el pan? Eso lo alimentaría de otro modo." Pero iba a buscarme una jarra de cerveza, diez peniques de paté y dos panecitos. Luego volvía a su máquina diciéndome: "Vamos, siéntese aquí a mi lado." La buena mujer me daba entonces de comer cuando yo  no podía pagarle el alquiler  ni siquiera una sola vez... Vea usted Baur, me gustaría mucho volver a su casa pero no puedo hacerlo mientras sea canciller del Reich.

Sin embargo, Hitler nunca olvidaba a la gente y le dijo a su ayudante:

- Brückner, acabo de hablar con Baur de la vieja vendedora de legumbres de Múnich. Seguramente ella no puede ya ir al mercado. Averigüe qué ha sido de ella. Le daría una pequeña renta de mi dinero personal para que vea que no la he olvidado.

Ciertamente se trata de una anécdota encantadora.

En otra ocasión en la que Hitler supo que Göring disponía de un avión lujoso, le dijo a su piloto:

- Baur, un avión como ese puede ser para Göring, pero no para mí. No vaya por favor bajo ningún pretexto a imitar este modelo. Nos quedaremos con nuestras viejas instalaciones sencillas y de buen gusto. El lujo no me sienta. Por lo demás, la gente no comprendería si yo recorriese el país en un avión tan lujoso.

Una muestra del carácter de Hitler lo encontramos en la siguiente anécdota. Baur tenía muchas ganas de ir a África. Pidió permiso a Hitler y éste se lo denegó. El Führer sentía mucho miedo de perder a su piloto y no se fiaba del viaje: "Imagínese usted si se ve obligado a aterrizar en el desierto, será devorado por los leones. Y yo me quedaré aquí, esperándolo. No, no, usted no se irá."

En los siguientes días Hitler vio a Baur triste. El Führer estaba tan preocupado que se lo preguntó directamente: "¿pero qué es lo que le pasa?" "Usted sabe la razón, me hubiera gustado ir a África.", contestó el piloto. Finalmente Hitler le permitió hacer el viaje, con la condición de que telegrafiara todas las noches por si necesitaba ayuda. Cuando Baur regresó de su viaje, Hitler le recibió con un abrazo.

Otra anécdota del carácter de Hitler se puede observar durante una visita que Hitler hizo a Italia. Cuando vio que los italianos se inclinaban ante la familia real, Hitler se puso malo. No podía soportar esas costumbres:

- ¡Fue un momento abominable! ¡Tengo horror a esas viles costumbres cortesanas! Nunca las he podido tolerar. Ver a los italianos arrojarse por el suelo, me pareció tan indigno que no tuve más que una sola idea: salir de aquí lo más rápido posible.

Con respecto a la guerra, Baur asegura que Hitler estaba dispuesto a no poner ningún obstáculo  a la posición mundial de Inglaterra, siempre que le dejaran las manos libres en Europa. Por otra parte, Hitler admiraba la política mundial de Gran Bretaña. También según Baur, Hitler atacó a Polonia porque pensaba que Francia e Inglaterra se mantendrías alejadas del conflicto. Cuando se enteró de las declaraciones de guerra Hitler se consoló diciendo que el conflicto debía surgir  tarde o temprano, y que era mejor que se produjera en ese momento en que él tenía planes para el desarrollo de Alemania. 

Con respecto al tratado de Hitler con Stalin, Baur nos dice que Hitler se defendió diciendo que sin aquel tratado de comercio y de amistad la situación de Alemania hubiera sido muy difícil. Confiaba también Hitler en una reacción de los ingleses. Según Baur, ese tratado satisfacía mucho a Hitler. 

25 de abril de 2010

Hitler en avión

Hoy en día existe mucha gente que tiene pánico a volar. Pero imaginaos lo que significaba volar en los años veinte, cuando la aviación civil todavía estaba en pañales. Hitler fue una persona realmente valiente, como nos lo demuestran sus numerosos viajes en avión. No era fácil volar en aquella época. El primer vuelo de Hitler del que tenemos constancia lo hizo a principios de los años veinte. Fue un viaje para comprobar la magnitud de un Putsch en Berlín. En aquella época abundaban los Putsch, tanto socialistas como de grupos paramilitares, como el organizado por los Cuerpos Libres comandados por el general von Lüttwitz en Berlín. Hitler decidió ir a ver qué ocurría. Y viajo en una avioneta deportiva sin techo junto Eckart.  Curiosamente el piloto de esa avioneta era un personaje que tendría un significado especial en las últimas horas de vida de Hitler, el teniente Ritter von Greim.  El tiempo era muy turbulento y Hitler vomitó varias veces durante el trayecto. Cuando llegaron a Berlín el aeropuerto estaba ocupado por los obreros y Hitler tuvo que disfrazarse con una barba postiza. Eckart se hizo pasar por comerciante. Me estoy imaginando a un joven Hitler disfrazado con una barba postiza e imagino lo impagable de una imagen así. Sería un documento increíble. Pero, lamentablemente no existe. Cuando la avioneta aterrizó Hitler juró que nunca volvería a volar, puesto que la experiencia había resultado una odisea. Bueno, sabemos que no fue así. 

El piloto más conocido de Hitler fue Hans Baur. A pesar de que Baur ya era miembro del partido nacionalsocialista, en sus memorias Baur dice que le avisaron de que "un tal señor Hitler ha telefoneado", lo que suena un poco extraño, ya que eso ocurrió en marzo de 1932 y Hitler ya era conocido en todo el mundo. Lo cierto es que durante el primer encuentro entre Hitler y el piloto, el Führer recordó su primer y aparatoso vuelo y le mostró su desconfianza a volar. Baur pronto le tranquilizó y le dijo que la aviación había progresado mucho durante esos años, con los aviones trimotores. Por aquellos días Hitler estaba inmerso en numerosas campañas electorales y debía de recorrer Alemania entera. El avión le pareció un método de desplazamiento idóneo. Durante el primer vuelo que realizaron juntos, Baur colocó a Hitler a su lado para que se pudiera distraer viendo el tablero de mando y el paisaje. Le debió de gustar mucho puesto que a partir de entonces Hitler realizaría múltiples vuelos. 

La primera campaña electoral con Baur a los mandos empezó el 3 de abril de 1932 y duró tres semanas. Hitler partió de Múnich a Dresde, la ciudad que quedaría destruida por completo al término de la guerra. Hitler estaba tan contento con su piloto que le regaló un gran ramo de rosas. A Hitler siempre le gustó regalar a sus colaboradores. El comportamiento de Hitler con sus allegados era casi siempre de tipo familiar. De hecho, Hitler siempre cuidó mejor a sus empleados domésticos, chóferes, pilotos y médicos mejor que a sus militares. Con ellos se sentía muy a gusto y siempre prefería una conversación con una secretaria que con un mandatario de un país. 

Aquella campaña electoral fue muy intensa pero Hitler se mostró siempre en plena forma. Hitler aprovechaba los viajes en avión para leer la prensa, como podemos observar en la foto. Pero en muchas ocasiones el vuelo no era precisamente cómodo. Antes de volar, Hitler preguntaba a Baur sobre las posibilidades del vuelo. Baur era un piloto intrépido y siempre estaba dispuesto. En una ocasión volaron con un granizo que daño el fuselaje del avión. Volaban entre las montañas y Hitler quedó muy impresionado y emocionado a la vez. Lejos de asustarse, le recordó "el encanto de fuego de la Walkyria, al ver el granizo y la lluvia golpear el macizo en verdaderas trombas, con el telón de fondo de la siniestra y amenazante muralla de la tormenta."

En su celebrado "Triunfo de la Voluntad", de Leni Riefenstahl, hay una escena justo al comienzo en la que se ven unas vistas aéreas muy impactantes. Abajo, los emocionados ciudadanos observan descender un avión del que sale el Führer. Es una escena muy conseguida. El efecto es realmente asombroso: Hitler descendiendo de los cielos. 



1 de diciembre de 2008

Hitler y la aviación


Ahora que se va a cerrar el histórico aeropuerto de Berlín Tempelhof, orgullo de Hitler, es buen momento para hablar de Hitler y la aviación. Desde el principio Hitler dio mucha importancia a la aviación, no solo como objetivo militar, sino también como civil. Él mismo, antes de la subida al poder, utilizó el avión para poder viajar de forma rápida y eficaz. Eso le permitió poder dar mitines en ciudades diferentes en el mismo día. En ese sentido Hitler también fue un pionero porque en aquella época muy poca gente se atrevía a viajar en avión. Antes de la subida al poder alquiló para sí mismo y para sus íntimos un avión. Esos vuelos le dieron una omnipresencia por Alemania increíble. De hecho, un lema utilizado por aquella época fue "Hitler sobre Alemania". Ese efecto, como muchos otros utilizados por los nazis, fue espectacular. Años después la cineasta Leni Riefensthal comenzó su mítico "El Triunfo de la Voluntad" con un avión en donde viajaba Hitler y descendía hacia las masas enfervorizadas. Fue no solo un efecto cinematográfico nuevo, también fue un efecto psicológico sobre las masas.
A lo largo de su vida Hitler tuvo vuelos difíciles, con aterrizajes forzosos. Pero ello nunca le restó valor para seguir viajando en avión.

- Subsiste siempre un elemento de peligro en el vuelo. Se depende únicamente de un hombre. Basta que éste falle en algo para que todo se acabe, manifestó Hitler.

- En otra época yo volaba con cualquier tiempo. Hoy tengo la preocupación de que me pase algo. Cuando la situación se normalice, no afinaré tanto.

Su piloto fue Han Baur. Hitler confiaba mucho en él y le tenía en gran estima. En dos ocasiones tuvieron que aterrizar con niebla y no sabían si se iban a chocar contra algo. Sin embargo Baur siempre le sacaba al Führer intacto en semejantes situaciones. En otro descenso de emergencia estuvieron a punto de impactar contra un rebaño de ovejas. Aterrizajes forzosos debido a tormentas tuvieron muchos.

En ocasiones Hitler llamaba a su piloto en el último momento para viajar a alguna ciudad. Sin embargo no estaban equipados para volar de noche hacia Múnich. Hitler recordaba que cuando llegó sentía vértigo y creyó desvanecerse. Recordaba hablar en un mitin incluso a las 3 de la madrugada. A veces se acostaba a las 5 de la mañana y a las 8 ya estaba en el campo de aviación de nuevo.

Cuando comenzó la guerra Baur tuvo que estar a disposición de Hitler en todo momento. Estuvo con Hitler hasta el final. Hitler solía hablar del futuro de la aviación civil y le gustaba imaginar a grandes aviones trasladando a los ciudadanos de un lugar a otro, como se hace hoy en día.