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21 de junio de 2011

70 Aniversario de la invasión de Rusia


Hoy se cumple el 70 aniversario de la invasión alemana Rusia, o más exactamente, de la antigua Unión Soviética. Mucho se ha escrito desde entonces y aún no he existe un consenso claro sobre el porqué o sus consecuencias reales. Desde aquí os propongo que abramos un debate al respecto y planteo alguna cuestión:

- ¿Fue un error la invasión de la Unión Soviética?
- ¿Fue Hitler engañado por sus informadores o fue engañado por Stalin?
- ¿Fue en realidad un fracaso la invasión o un triunfo a medias?
- ¿Debemos agradecer a Hitler el hecho de que Stalin no lograra invadir Europa entera?



31 de enero de 2011

El triunfo militar más importante de Hitler

El propio Hitler admitió los motivos por los que atacó a Rusia:

- Lo que me confirmó mi decisión de atacar a Rusia sin más tardanza, fue la información traída por una misión alemana, que volvía de Moscú, de que una fábrica rusa producía por si sola más blindados que todas nuestras fabricas juntas. Sentía que era el último límite. Sin embargo, si alguien me hubiera dicho que los rusos disponían de diez mil tanques, hubiese contestado "¡Está usted completamente loco!"

- En el momento del Pacto, los rusos manifestaron deseos de poseer los planos de cada uno de nuestros barcos. No tuvimos más remedio que mostrarles invenciones, algunas de las cuales representaban para nosotros veinte años de experimentos. 

- En la técnica de los armamentos, seremos siempre superiores a los demás. Pero debemos conservar la lección de los acontecimientos y tener cuidado de que después de la guerra, no se permita a los otros penetrar en nuestros secretos. Ninguna novedad podrá salir sin una autorización especial concedida por un despacho ad hoc, incluso en lo que concierne a los países con los cuales estemos unidos por acuerdos. 

Tan cierta es esta última afirmación, que los aliados, especialmente americanos y rusos, comenzaron su carrera armamentística con la ayuda de científicos alemanes capturados al final de la guerra. 

En los interrogatorios de Nüremberg, Alfred Jodl, dijo de Hitler:

- No cabe duda de que muchas grandes decisiones suyas impidieron que perdiéramos la guerra antes. Uno de sus mayores aciertos fue la decisión de ocupar Noruega. Otra gran hazaña suya fue la decisión de atacar a Francia por Sedán, que tomó por su cuenta y riesgo, y contra la recomendación de su Estado Mayor, que le había instado en pleno a seguir el llamado "Plan Schlieffen", un ataque envolvente por la costa holandesa. Fue también una destacada hazaña personal, pero su triunfo militar más importante puede que fuera su intervención personal para detener la retirada alemana en el este en noviembre de 1941. Ningún otro lo habría conseguido.Allí ya se había desatado el pánico. Habría podido producirse fácilmente el mismo desastre que había caído sobre el ejército francés en la campaña de 1812.

El historiador Ian Kershaw asegura que "superar la crisis de invierno había sido otro  nuevo triunfo de la voluntad, comparable, en opinión de Hitler, a su ascensión al poder". Es habitual en Kershaw hacer juicios personales y expresar sus opiniones. Esta vez dice que "nunca llegó a penetrar en su cabeza la idea de que la pretensión de dejar fuera de combate a la Unión Soviética en unos pocos meses había sido un disparate, ni de que la estrategia global de "Barbarroja" hubiese estado viciada desde el principio; ni que sus propias intromisiones constantes hubiesen complicado los problemas del mando militar...Pero la crisis se había superado. Estaba convencido  de que habían sido sus dotes de mando  las que habían salvado al ejército  del destino de las tropas de Napoleón. Habían sobrevivido al invierno ruso."

David Irving resulta más amable con Hitler:

- En los tenebrosos meses de aquel invierno, Hitler demostró su voluntad de hierro  y su hipnótica capacidad de mando... Cuando los generales solo veían la salvación en una ignominiosa retirada, Hitler les decía que defendieran firmemente el terreno en que se hallaban, hasta que el deshielo primaveral detuviera la ofensiva soviética. Cuando los generales se resistieron a estas órdenes, las discutieron y las desobedecieron, Hitler los destituyó y desprestigió, y tomó personalmente el mando del ejército alemán, hasta conseguir que, poco a poco, un nuevo espíritu prevaleciera en el frente del Este. 

Irving continúa con una anécdota que nos da una idea de la capacidad de Hitler de dar ánimos:

- La capacidad de influir en los demás de que Hitler gozaba , era muy notable. Recibió la noticia de que una división había iniciado la retirada. Hitler llamó por teléfono al comandante de dicha unidad. La agobiada voz del general, apenas un murmullo, le llegó desde una inhóspita y helada zona selvática, situada a centenares de millas de distancia. Hitler le reprendió: "¡Sabe perfectamente que treinta millas más atrás hace el mismo frío que en el lugar en que se encuentra! ¡La vista del pueblo alemán está fija en usted!" Esas breves palabras infundieron nueva firmeza en el general, y la división conservó su terreno. 

Cuando la crisis del invierno pasó, Hitler comentó aliviado:

- "¡Primero la nieve, después el hielo!". Eso es todo lo que se podía leer en los libros que hablan de Rusia. Hilger mismo no me había dicho nada más. Tenemos pues, la prueba de que no hay que fiarse de todas esas observaciones . Evidentemente, es fácil calcular las temperaturas medias, fundándose  en los resultados de varios años, pero sería indispensable añadir que cualquier año las diferencias de temperatura, pueden ser, y con mucho, más grandes que lo máximo previsible. 

- El mazazo, para nosotros, fue esta situación completamente imprevista y el hecho de que nuestros soldados no estaban equipados para las temperaturas que tuvieron que afrontar. Por otra parte, la táctica de nuestro mando no pudo adaptarse a las nuevas condiciones. Hoy soportamos las brechas de los rusos sin movernos y permanecemos en nuestras posiciones. Detrás de nuestras líneas , o serán destruidos, o se debilitarán poco a poco por falta de suministro. Hay que tener los nervios de sólidos para servirse de una táctica semejante. Puedo decir abiertamente  que el señor que me precedió no tenía los nervios que hacen falta. Los generales deben ser duros, sin piedad, animosos como perros de presa: hombres ásperos, como tengo en el Partido. Esos son los soldados que se imponen en tal situación. 

- De no ser por el hielo, habríamos continuado nuestra carrera hacia delante: seiscientos kilómetros más lejos, en algunos sitios. Estuvimos a dos dedos de ello. La Providencia intervino y nos evitó una catástrofe. El aceite que necesitábamos en tal momento, lo poseíamos ya. ¡Pero tuvo que surgir el idiota que nos suministró el aceite "para todas las temperaturas"!

-Incluso este año, el invierno no nos habría causado dificultades de no habernos sorprendido tan de repente. Sin embargo, es una suerte que haya venido de un modo súbito, pues de lo contrario hubiéramos avanzado aún doscientos o trescientos kilómetros. En este caso, la adaptación de la vía férrea a nuestro ancho habría sido imposible. Con temperaturas semejantes, nos vemos obligados a recurrir a la tracción animal. 

Normalmente se opina que el mayor triunfo militar de Hitler fue la derrota de Francia. Sin embargo, es reconocido por expertos el hecho de que Hitler pudiera mantener firme el frente del Este durante el invierno de 1941. Al parecer, eso solo lo consiguió él. Cuando finalizó el invierno, Hitler respiró aliviado: había pasado unos meses terribles.

¿Fue ese su mayor éxito militar?


29 de noviembre de 2010

Normandía

En "La Guerra de Hitler" David Irving nos dice que en el momento en que Hitler comenzó la reunión de guerra "la batalla de Francia estaba ya perdida". Según Rommel había que derrotar al enemigo en las mismas playas de desembarco, cosa que no ocurrió. La superioridad aérea enemiga era abrumadora.  Hitler había advertido desde febrero de 1944 que el Muro Atlántico debía construirse para asegurar la derrota de cualquier desembarco pero hacia la fecha de la invasión, solo estaba construido en un dieciocho por ciento. Irving achaca las deficiencias de la defensa alemana a la lentitud del servicio de información. Hitler mismo ordenó una investigación pero según Irving se ignoran sus resultados. 

Lo cierto es que cuando se produjo el ataque, Hitler pensaba que la invasión de Normandía solo era una distracción del enemigo. Irving, con buen criterio, apunta que "es fácil hacer criticas en la actualidad". También nos dice Irving que Hitler y sus generales "gozaban de excesiva confianza". Lo cierto es que, días más tarde, Hitler reconoció que su optimismo  había carecido de fundamento  y ordenó envíos de divisiones Panzer. Ya a finales de agosto Hitler declaró: "Si hubiese tenido las divisiones Panzer  nueve y diez en el Oeste, todo esto no habría ocurrido". 

Joachim Fest asegura que "Hitler, guiado una vez más por su característica intuición, manifestó que Normandía era una zona de desembarco no menos apropiada, pero se atuvo, posteriormente, a los juicios de los consejeros militares." En todo caso Hitler declaró que "si la invasión no es rechazada, la guerra estará perdida para nosotros."

En el interesante libro "Porque perdí la guerra" de Saint Paulien el autor pone en boca de Hitler los hechos: 

"Se dice que el desembarco de Normandía -Operación Overlord- triunfó tan sólo porque yo había dado órdenes incoherentes, como de costumbre. Todos los cronistas se complacen en repetirlo. Cierto que cometí errores, pero más cierto todavía que me los hicieron cometer. Examinemos algunos hechos. El jefe de la Abwer del XV Ejército alemán (apostado entre Calais y Dieppe), coronel Helmuth Meyer, había descifrado el primero de junio de 1944 un doble mensaje de la BBC. Iba dirigido a ciertas redes de la Resistencia francesa y precisaba la inminencia de la "Operación Overlord". El coronel Meyer comunicó la preciosa información a su jefe directo, el almirante Canaris y al comandante del XV Ejército, general Hans von Salmuth. Este tomó sus precauciones para aguardar a los invasores. Pero el almirante Canaris se guardó muy bien de prevenir al VII Ejército inmediato que se encontraba en Normandía y fue éste, como por casualidad, el que recibió el coche... No hay explicación al hecho de que el mariscal Rommel abandonara su cuartel general el 4 de Junio: tanto Keitel como Jodl y yo mismo, le creíamos todavía en La Roche-sur-Yon. Unos pretenden que estaba en camino para presentarme un informe que yo no le había pedido, y otros que quería detenerme y encerrarme en el castillo de La Roche-sur-Yon. El general Heinz Hellmich, jefe de las tropas que tenían que defender Cotentin, no estaban en su puesto, al igual que los generales W.Falley y Von Schlieben... Era perfectamente posible, sin embargo, echar al invasor al mar. A condición claro está, de que los dos grandes jefes dieran inmediatamente las órdenes necesarias. Pero uno estaba ausente y el otro dormía. "

Otra fuente de información la encontramos en las memorias del imprevisible Speer:

"Serían sobre las diez de la mañana del 6 de Junio cuando, encontrándome en el Berghof, uno de los asistentes militares de Hitler me informó de que a primeras horas de la mañana había comenzado la invasión.

- ¿Han despertado al Führer?

- No, recibirá la noticia cuando haya tomado su desayuno. 

Dado que Hitler había dicho una y otra vez a lo largo de los últimos días que era previsible que el enemigo iniciara la invasión con un falso ataque, destinado a alejar a nuestras tropas del verdadero lugar de desembarco, nadie quería despertarlo para no sera acusado de haber enjuiciado mal la situación.

Durante la reunión estratégica que tuvo lugar unas horas más tarde en la sala de estar del Berghof, Hitler parecía aún más seguro de que el enemigo sólo pretendía engañarlo:

- ¿Se acuerdan ustedes? Entre los muchos informes que hemos recibido, había uno que señalaba exactamente el punto, el día y la hora del desembarco, lo que refuerza mi idea de que no puede tratarse de la verdadera invasión.

Según Speer, Hitler se había vuelto muy desconfiado de las informaciones que recibía:

- ¿Cuántos de estos agentes "limpios" no están al servicio de los aliados? Nos dan noticias confusas a propósito. Y tampoco pienso dejar que esta llegue a París. No se lo diremos; lo único que conseguiríamos sería que el Estado Mayor se pusiera nervioso.

También según Speer, Hitler siguió creyendo que era un amago de invasión incluso semanas de producirse la invasión de Normandía, lo que contradice las opiniones de David Irving.

Ian Kershaw dice en la biografía de Hitler que éste era optimista cuando se produjo la invasión. Es más, según Kershaw el optimismo de Hitler no era injustificado. Dice que Hitler creía que la costa atlántica estaba mejor fortificada de lo que estaba en realidad.

En lo que coinciden casi todos los historiadores es en mencionar las nuevas armas V1 justo en el momento de la invasión de Normandia. Hitler había puesto muchas esperanzas en los cohetes voladores y en los cazas a reacción. Sin embargo la producción de estos aviones estaba empezando.

Según Irving, tanto Hitler como Göring habían estado esperando la invasión durante mucho tiempo y ese día estaban radiantes. Para Göring porque una victoria de su aviación en Normandía "restablecería definitivamente el mermado prestigio de la Lutwaffe".  

Durante esos días, el propio Führer sufría también los ataques aéreos:

"De día veía los destelleantes escuadrones de bombardeos norteamericanos volando a gran altura , en su camino desde Italia  a los objetivos del sur de Alemania. De noche, los ingleses volaban en dirección contraria , hacia Austria y Hungría. Las sirenas de Obersalzberg obligaban a cuantos se encontraban en Berghof a salir por la puerta trasera y dirigirse hacía las grandes puertas de acero que disimulaban la entrada a los túneles  que perforaban la montaña. El propio Hitler se resistía a descender  los sesenta y cinco peldaños antes de que las baterías antiaéreas comenzaran a disparar.  Solía quedarse junto a la entrada del túnel , para procurar que nadie saliera antes de que las sirenas dieran fin a la alarma. A menudo, reflejados en el cielo se veían los resplandores de los incendios en Múnich. El ama de llaves de Hitler le suplicó que trasladara el contenido del piso que el Führer tenía en Múnich a un lugar seguro. Pero Hitler siempre se negó: 'Frau Winter, tenemos que dar ejemplo.'



10 de octubre de 2010

¿Quería Hitler la guerra?

Según se desprende de la mayoría de libros, la culpabilidad de la II Guerra Mundial recae indiscutiblemente en Adolf Hitler. Así ha pasado el Führer a la historia.  Para empezar, bueno es que el mismo Hitler diga algo al respecto:

- No es cierto que yo o cualquier otro en Alemania deseara la guerra en 1939. Ella fue deseada e instigada exclusivamente por aquellos estadistas internacionales que eran de origen judío o que trabajaban para los judíos. He hecho tantas ofertas para la reducción y limitación de armamentos, que la posteridad no siempre encontrará excusas para atribuirse la responsabilidad de esta guerra. Además, nunca he deseado que después de la Primera Guerra Mundial naciera una segunda contra Inglaterra o América... Sólo tres días antes de que estallara la guerra alemana-polaca, propuse al embajador británico  en Berlín una solución al problema alemano-polaco, similar a aquella para el territorio del Sarre, bajo control internacional. Tampoco puede impugnarse esta oferta. Fue rechazada sólo porque los círculos responsables de la política inglesa querían la guerra, en parte por la esperanza de hacer buenos negocios, y en parte bajo el impulso de una propaganda organizada por el judaísmo internacional. 

Esa era la opinión de Hitler en 1945, con la guerra a punto de finalizar. Pero dos décadas antes, Hitler dejó clara la política internacional que él quería en su libro Mi Lucha. Veamos algún pasaje aclaratorio:

- Sólo un territorio suficientemente amplio puede garantizar a un pueblo la libertad de su vida. Además, no hay que perder de vista que, a la significación que tiene el territorio de un estado como fuente directa de subsistencia, se añade la importancia que debe reunir desde el punto de vita político-militar, cuando un pueblo tiene asegurada su subsistencia gracias al suelo que posee, deberá, sin embargo, preocuparse todavía de la manera de garantizar la seguridad de este suelo; seguridad que reside en el poder político general de un estado, el cual depende a su vez, en gran parte de la posición geográfico-militar del país. 

Más adelante Hitler dice:

- Nosotros los nacionalsocialistas , tenemos que sostener inquebrantablemente nuestro objetivo de política exterior que es asegurar al pueblo alemán el suelo que en el mundo le corresponde... Las fronteras de los estados las crean los hombres y son ellos mismos los que las modifican.

Ian Kershaw opina que Hitler, ya en 1937, "percibía intensamente, como demostraban sus comentarios en la reunión de Hossbach, que el tiempo corría en contra de Alemania. Él había llegado a la conclusión de que no podía limitarse a esperar pasivamente la evolución de los acontecimientos internacionales; como mucho en 1943-45 tenía que estar todo preparado para emprender una acción militar, antes si se presentaban las circunstancias adecuadas. Su entusiasmo por acelerar el impulso de expansionismo estaba parcialmente agudizado por un sentimiento creciente de que podría no quedarle mucho tiempo de vida para alcanzar sus objetivos."

David Irving, en su libro "El camino de la guerra" dice a propósito ya en 1936:  "Alemania, ordenó Hitler, debe ser capaz delibrar una guerra contra la Unión Soviética, porque una victoria del bolchevismo sobre Alemania significaría algo peor que un nuevo tratado de Versalles, significaría la aniquilación final , el exterminio de la nación alemana. Hitler anunció que debía resolver definitivamente los problemas económicos de Alemania aumentando su Lebensraum y, por tanto, también sus recursos de materias primas y de alimentos. En resumen, Hitler exigió dos cosas: ' En primer lugar, el ejército alemán debe estar preparado para la acción en cuatro años;  y en segundo lugar, también en cuatro años, la economía alemana debe estar preparada para la guerra'.

Sobre la guerra, sabemos cuál era la opinión de Hitler. Para él, era inevitable. En agosto de 1941 dijo:

- La vida es cruel. Nacer, existir, desaparecer, siempre la cuestión de la muerte. El que nace, debe morir. Que sea de enfermedad, a consecuencia de un accidente, o en la guerra no cambia nada. En cuando a los que sufren por la guerra, pueden encontrar  un consuelo pensando  que si se consiente su sacrificio  es para asegurar el porvenir del pueblo del que forman parte. 

Sobre la opinión que Hitler tenía de la imagen que podía quedar de él en la historia, Irving dice:

- A Hitler le importaba muy poco su propia imagen. A pesar de las buenas intenciones que muchos mostraron en este sentido, él  se resistió a cambiar su "gorra de cartero", sus botas arrugadas y aquel bigote pasado de moda y propio de los años treinta. Nunca le gustó la publicidad ni los laureles de la posteridad. En una ocasión escribió a Hans Lammers ordenando que si los ingleses insistían tanto en tener detalles de su vida para el Who's Who, sólo debían darse a grandes rasgos. Como explicó años más tarde durante una reunión secreta con sus generales en 1944, al protestar éstos por la severidad de las decisiones que afectaban al frente ruso: 'Me tiene sin cuidado lo que diga la posteridad'.

Creo que es un buen epitafio para Hitler. 

11 de julio de 2010

Yo fui el piloto de Hitler -3ª parte-

Un ejemplo de la discreción de Hitler lo encontramos cuando quiso visitar París, una vez derrotada Francia. Nos dice Baur que Hitler quiso llegar antes de que la población se despertara. Sin embargo, había transeúntes por las calles y Hitler fue reconocido.  Hitler visitó los Campos Elíseos hasta la tumba del soldado desconocido. Después examinó el Arco del Triunfo y la comitiva se fue hasta el Louvre, Trocadero, la Torre Eiffel, la Ópera  y los Inválidos, en donde Hitler visitó la tumba de Napoleón. A la vuelta, un neumático del coche de Hitler reventó y hubo que repararlo. Entonces Hitler fue reconocido de nuevo por trabajadores del aeropuerto. Según Baur, todos rieron mucho con Hitler, lo que dista mucho de la imagen de desprecio hacia otros países que se ha querido dar en Hitler.

Otro ejemplo lo tenemos en el relato que hace Baur de la repartición de territorios de los países del Este. Según Baur, "la repartición de los territorios no causaba ninguna alegría. En una ocasión Hitler le contó que había recibido a una delegación de la Ucrania subcarpática, que llegó para suplicarle que no incorporara este país a Hungría. Hitler lo aprobó interiormente, pero le dijo que había tenido que rechazar esa petición así como la demanda de la delegación de ser incorporados al estado alemán. Hitler le dijo que al final de la guerra Polonia sería restablecida con un gobierno propio, perdiendo solo el corredor de Dantzig.

La delegación de Ucrania causó mucha pena a Hitler pero no pudo atender sus peticiones puesto que Hitler ya había pactado con el regente Horthy. Probablemente Hitler hubiera preferido atender las peticiones del pueblo, pero en lo tocante a sus aliados, Hitler solía mantener su palabra, como siempre lo hizo con Mussolini. También con Franco Hitler se mostró como un aliado, en contra de sus intereses, puesto que Hitler quería conquistar Gibraltar. Hitler prometió devolver Gibraltar a España una vez pasada la guerra, pero Franco decepcionó a Hitler rechazando sus ofertas. Por contra, Pétain le parecía a Hitler un hombre digno. Siempre que se entrevistó con él hizo todo lo posible "para no tomar el aspecto de un vencedor ante él."

En una ocasión, con motivo de la visita de Mussolini al frente del este, se hicieron millares de prisioneros ucranianos. Hitler ordenó liberarlos. Muchos de los prisioneros se declararon ucranianos para poder ser liberados. Según Baur, muchos de los prisioneros liberados se unieron a las tropas soviéticas. Hitler hizo traer a un médico que se encontraba entre los prisioneros y conversó durante bastante tiempo con él. Como vemos, Hitler en ocasiones conversaba con las gentes de los lugares conquistados. Baur también habla de que las relaciones con la población de Rastenburg "eran excelentes".

Baur también nos da cuenta del amor que sentía Hitler hacia los animales. Nos dice que Hitler no apreciaba la pesca deportiva, pero que la situaba por encima de la caza (el mismo Baur era un aficionado a la pesca deportiva). Hitler experimentaba aversión hacia los cazadores de domingo, y solo admitía la caza cuando era indispensable para alimentarse. Si se le presentaban películas sobre caza solía exclamar "¡Qué espectáculo repugnante!" y se cubría los ojos pidiendo que le avisaran cuando terminara la secuencia.

Sobre Stalingrado, Baur nos dice que tuvo un gran impacto en Hitler. Dice que esa rendición tuvo repercusiones en su estado físico. Cuando tuvieron acceso a las fotografías tomadas en Moscú de Paulus, Hitler las miraba con mucho detenimiento para comprobar si eran auténticas. A partir de entonces, Hitler comenzó a desconfiar de sus generales. Según Baur, Hitler ya no aparecía en las comidas y prefería comer solo o con compañías muy selectas.

Sobre la invasión de Rusia, en una ocasión Baur oyó preguntar a un Gauleiter cuándo decidió Hitler atacar a Rusia. Su respuesta fue asombrosa:

- Cuatro semanas antes del comienzo de la guerra con ella.

Baur también nos da cuenta del dominio que tenía Hitler de sí mismo:

"Cuando Hitler escuchaba alguna  noticia que le impactaba especialmente, crispaba las manos detrás de su espalda y, con la cabeza levantada, recorría diez o quince veces la habitación a grandes pasos. Luego cesaba bruscamente la contracción y el rostro retomaba su expresión normal. Hitler retomaba la conversación como si no se hubiera encontrado al borde de su resistencia física en el instante precedente."

Sobre los días finales de Hitler, Baur también nos da cuenta de las palabras de Hitler en aquellos días:

- Estoy desdichadamente reducido aquí. Mis generales me han traicionado y vendido, mis soldados no quieren luchar y yo no puedo ya más.

Baur propuso a Hitler sacarlo del cerco de Berlín. Le dijo que había todavía aviones que lo podrían trasladar a Argentina, a Japón o a algún país musulmán, en donde Hitler era apreciado. Sin embargo Hitler le hizo entender a Baur que permanecería en Berlín hasta morir:

- Tengo todavía dos posibilidades: ir a las montañas o reunirme con Dönitz en Flensburg. Pero quince días más tarde estaría en el mismo punto que hoy, frente a la misma alternativa. La guerra terminará en Berlín, me quedo en Berlín y sucumbo con él. Hay que tener coraje para sufrir las consecuencias... ¡Voy a terminar! Lo se, millones de hombres van a maldecirme mañana... el destino lo quiere así. Los rusos saben perfectamente que estoy aquí, en el bunker, y temo que arrojen obuses de gas. Durante la guerra inventamos un gas que duerme a un hombre durante veinticuatro horas. Nuestro servicio de información ha sabido que los rusos también lo tienen. Es imposible imaginar que pueden tenerme vivo. Disponemos aquí de una defensa contra los gases, pero, ¿quién podría fiarse de ella? No yo, en todo caso... así que voy a terminar hoy.

- Tengo todavía dos misiones para usted, Baur. Le confío la responsabilidad de incinerar el cuerpo de mi esposa y el mío. Además, he designado a Dönitz para sucederme. Bormann tiene cierta cantidad de documentos que deben ser trasmitidos al almirante. Arréglese usted para salir de aquí. Es muy importante que Normann alcance a Dönitz. 

Hitler estrechó fuertemente la mano de Baur:

- Baur, habría que escribir sobre mi tumba: "¡Fue la víctima de sus generales!"

Cuando los cuerpos de Hitler y Eva Braun fueron incinerados,  Baur se mostró asombrado de que ya se hubiese procedido a la incineración. Goebbels le dijo que Hitler encargó a todos los que se había despedido que incineraran su cuerpo. Eso era para él muy importante. Según le dijeron a Baur, Hitler se había matado de un tiro en la sien.

Finalizo el repaso a las memorias de Baur. A continuación ilustro este entrada con imágenes de Hitler en su refugio alpino poco conocidas que lo muestran relajado y distendido mientras es visitado por numerosos ciudadanos. Podemos observar la paciencia de Hitler al ser agasajado por las masas:











1 de julio de 2010

Yo fui el piloto de Hitler -2ª parte-

Nos dice Baur que Hitler disponía de tres aviones JU-52 (en la imagen). También disponían de un avión particular Göring, Hess, Göbbels, Himmler, Keitel y Raeder.  Antes de que Hitler subiera a un avión, el piloto hacía siempre una prueba del mismo de diez minutos. Por lo tanto, si hubiera un explosivo en el avión de Hitler, explotaría siempre durante la prueba.

Hitler ya era tan popular en 1934 que le resultaba prácticamente imposible descansar. En una ocasión, en ese año, Hitler se fue a Wiesbaden para descansar una semana. Sin embargo la población se enteró de que su Führer se encontraba cerca y cortaron las carreteras para obligar a Hitler a detenerse. Para colmo, un reportero decidió seguir a Hitler. Al principio el Führer estaba muy molesto pero se calmó al ver que el reportero tenía buenas intenciones. Durante ese descanso Hitler dio todos los días un paseo de una hora por un parque. También iba todos los mediodías a la montaña, un lugar en el que Hitler siempre se encontraba muy a gusto.

Otro lugar que Hitler visitaba a menudo era el hotel Kaiserhof. De hecho, la planta superior del hotel se había convertido en un cuartel general del partido. A Hitler le gustaba ir para tomar el te o escuchar a la orquesta. Tenía reservada una mesa de un rincón desde la que podía ver toda la sala.  En el momento en que aparecía, la sala se llenaba. Hitler se dio cuenta de que los encargados reservaban las mesas vecinas a la suya y que las mismas damas volvían una y otra vez.  Hitler dijo:

- ¿Qué es lo que pasa? Siento mucho respeto por las ancianas señoras, pero preferiría sin embargo ver algunas más jóvenes.

Entonces se encargó una investigación y se supo que los mozos estaban pagados por esas señoras para que les avisaran de la presencia de Hitler. Incluso la gente compraba todos los objetos que Hitler utilizaba para llevárselos como recuerdo. Cuando Hitler se enteró, dejó de ir:

- No hubiera pensado nunca que tales incongruencias pudiesen ocurrir en el Kaiserhof. Una vez más, me he equivocado.

Hitler despertaba tanta admiración por parte de los ciudadanos que todas las puertas le eran abiertas. Sin embargo Hitler no podía disfrutar de un verdadero descanso, ya que en cuanto la gente sabía de su presencia, se formaban verdaderos altercados:

- No puedo ir adonde quisiera ir y no quiero ir adonde podría. Si yo aceptara una invitación, la buena ama de casa no podría evitar someterme a algún interrogatorio. Siendo su huésped, yo no podría rehusarme. Además mi conciencia no me permite dar mi acuerdo a cualquier cosa que yo no apruebe por entero. He aquí por qué me mantengo apartado.

Hitler mismo nos cuenta sobre una casa en Múnich a la que le hubiera gustado volver:

- Durante los primeros años de mi lucha, vivía en la casa de un vendedor de legumbres que tenía un puesto en el mercado. A la tarde cuando yo volvía, esta buena mujer estaba ya sentada frente a su máquina de coser para remendar sus cosas. Cuando yo abría la puerta me preguntaba "¿Y, señor Hitler, ha comido hoy?" "¡Pobre diablo!" decía entonces. ¿Cuándo será Usted razonable y abandonará su política? Ud. se dedica a ella sinceramente, lo se bien, pero eso no me impide morirse de hambre. La política no es una cosa para usted. Tendría que haberse dedicado a otra cosa. ¿Por qué no se dedica a pintar paredes para ganarse el pan? Eso lo alimentaría de otro modo." Pero iba a buscarme una jarra de cerveza, diez peniques de paté y dos panecitos. Luego volvía a su máquina diciéndome: "Vamos, siéntese aquí a mi lado." La buena mujer me daba entonces de comer cuando yo  no podía pagarle el alquiler  ni siquiera una sola vez... Vea usted Baur, me gustaría mucho volver a su casa pero no puedo hacerlo mientras sea canciller del Reich.

Sin embargo, Hitler nunca olvidaba a la gente y le dijo a su ayudante:

- Brückner, acabo de hablar con Baur de la vieja vendedora de legumbres de Múnich. Seguramente ella no puede ya ir al mercado. Averigüe qué ha sido de ella. Le daría una pequeña renta de mi dinero personal para que vea que no la he olvidado.

Ciertamente se trata de una anécdota encantadora.

En otra ocasión en la que Hitler supo que Göring disponía de un avión lujoso, le dijo a su piloto:

- Baur, un avión como ese puede ser para Göring, pero no para mí. No vaya por favor bajo ningún pretexto a imitar este modelo. Nos quedaremos con nuestras viejas instalaciones sencillas y de buen gusto. El lujo no me sienta. Por lo demás, la gente no comprendería si yo recorriese el país en un avión tan lujoso.

Una muestra del carácter de Hitler lo encontramos en la siguiente anécdota. Baur tenía muchas ganas de ir a África. Pidió permiso a Hitler y éste se lo denegó. El Führer sentía mucho miedo de perder a su piloto y no se fiaba del viaje: "Imagínese usted si se ve obligado a aterrizar en el desierto, será devorado por los leones. Y yo me quedaré aquí, esperándolo. No, no, usted no se irá."

En los siguientes días Hitler vio a Baur triste. El Führer estaba tan preocupado que se lo preguntó directamente: "¿pero qué es lo que le pasa?" "Usted sabe la razón, me hubiera gustado ir a África.", contestó el piloto. Finalmente Hitler le permitió hacer el viaje, con la condición de que telegrafiara todas las noches por si necesitaba ayuda. Cuando Baur regresó de su viaje, Hitler le recibió con un abrazo.

Otra anécdota del carácter de Hitler se puede observar durante una visita que Hitler hizo a Italia. Cuando vio que los italianos se inclinaban ante la familia real, Hitler se puso malo. No podía soportar esas costumbres:

- ¡Fue un momento abominable! ¡Tengo horror a esas viles costumbres cortesanas! Nunca las he podido tolerar. Ver a los italianos arrojarse por el suelo, me pareció tan indigno que no tuve más que una sola idea: salir de aquí lo más rápido posible.

Con respecto a la guerra, Baur asegura que Hitler estaba dispuesto a no poner ningún obstáculo  a la posición mundial de Inglaterra, siempre que le dejaran las manos libres en Europa. Por otra parte, Hitler admiraba la política mundial de Gran Bretaña. También según Baur, Hitler atacó a Polonia porque pensaba que Francia e Inglaterra se mantendrías alejadas del conflicto. Cuando se enteró de las declaraciones de guerra Hitler se consoló diciendo que el conflicto debía surgir  tarde o temprano, y que era mejor que se produjera en ese momento en que él tenía planes para el desarrollo de Alemania. 

Con respecto al tratado de Hitler con Stalin, Baur nos dice que Hitler se defendió diciendo que sin aquel tratado de comercio y de amistad la situación de Alemania hubiera sido muy difícil. Confiaba también Hitler en una reacción de los ingleses. Según Baur, ese tratado satisfacía mucho a Hitler. 

8 de junio de 2010

Hitler en el año 1939

En la fotografía observamos una carta postal editada con motivo del 50 aniversario de Hitler. 1939 fue un año clave para el Führer. En enero la Nueva Cancillería que Speer construyó en un tiempo record, ya estaba inaugurada. Estaba ubicada en la Voss Strasse y se podía ver perfectamente a cientos de metros

No era fácil ver a Hitler en la Nueva Cancillería. En Berlín Hitler tenía su residencia en el primer piso de la vieja Cancillería. Sin embargo, cuando se encontraba en Berlín, Hitler estaba más activo recibiendo a ministros y al cuerpo diplomático. Después del almuerzo, Hitler leía la prensa. Por aquella época también tenía la costumbre de ver películas. Según David Irving, podía ver las películas que quisiera y si alguna no le gustaba, se preguntaba cómo era posible que Goebbels la hubiera permitido. También según Irving, cuando el Führer vio Marie Antoinette, se levantó y se marchó muy ofendido. 

En febrero Hitler viajó en tren hasta Hamburgo para la botadura del mayor acorazado construido hasta la fecha y al que se bautizó con el nombre del antecesor del Führer, Bismark. Hitler mismo decidió las posiciones de las cámaras de los periodistas y prohibió a los corresponsales extranjeros. 





Es curioso porque Hitler se refirió "al día más feliz de mi vida" en varias ocasiones a lo largo de su vida. En marzo pronunció esa frase a sus secretarias y les dijo a su vez "acabo de conseguir algo por lo que otros lucharon en vano durante siglos. La Bohemia y Moravia vuelven a ser del Reich. Pasaré a la historia como el alemán más grande de todos los tiempos."

Pero el hecho más importante del año 1939 fue la invasión de Polonia. Según cuenta el piloto personal de Hitler, Hans Baur,  "Hitler se decidió a abrir las hostilidades, estoy convencido, más porque no creyó en una intervención de Francia e Inglaterra... Cuando se encontró ante las declaraciones de guerra, se consoló diciendo que el conflicto debía surgir tarde o temprano, que valía más verlo producirse en ese momento, cuando todavía él tenía la posibilidad de realizar sus planes para el desarrollo de Alemania... ordenó a Speer que no concibiera en gran escala las construcciones nuevas, necesarias para la guerra en el dominio industrial, sino que previera su duración durante dos años, cuatro como máximo."

Sobre el tratado que Hitler firmó con Stalin, también tenemos la versión que nos da Hans Baur:

- Como la vez anterior, el tratado concluido en Moscú fue objeto de ardientes discusiones en la mesa. Hitler declaró, entre otras cosas, que sin aquel tratado de comercio y de amistad, nuestra situación hubiera sido difícil. Además, esperaba alguna reacción sobre los ingleses.

Según Baur "todos tuvimos la impresión  de que aquel tratado satisfacía enormemente a Hitler.

En noviembre del mismo año, Hitler dio el discurso anual para celebrar el aniversario del Putsch de 1923. Como es sabido, Hitler abandonó la cervecería antes de lo previsto, según Baur porque el Führer debía volver a Berlín y al no poder llevarle en avión debido al mal tiempo, se decidió que volviera en tren. Menos de una hora después de que Hitler abandonara el local, una bomba estalló. Según el piloto de Hitler, cuando se descubrió al autor del atentado, Müller, fue condenado a muerte pero Hitler intervino para hacerlo internar en un campo de concentración. Sin embargo el autor del atentado murió en ese campo. 

Durante las navidades de ese año, Hitler quiso preparar los regalos para su personal. Nos dice Baur:

- Le gustaba regalar y comprobar que sus regalos habían gustado. Una vez me dijo que hubiera querido elegir esos regalos personalmente pero que desgraciadamente no podía ir a los comercios. Le aconsejé seguir el ejemplo de Göring, que se presentaba en esos comercios después del cierre para hacer sus compras con toda tranquilidad, pero este modo de actuar no le gustaba mucho, según me dijo.

Al estallar la guerra, Hitler quiso mantener su estilo de vida sencillo, haciéndolo incluso más sencillo. Cuando le dijeron que iban a decorar un puesto de mando en el que habían previsto esculturas, herrajes y alfombras caras, lo rechazó al momento diciendo: "¿cree usted que me instalaría a vivir allí? Por otra parte, millares de alemanes vendrían de peregrinaje. ¿Qué idea tendrían ellos al comprobar que yo vivía en un lujo tal?"

Tampoco le gustaba a Hitler el lujo cuando comía cerca del frente. Comía en la cocina de la tropa. Según cuentan sus allegados, nunca vieron que se preparara una mesa especial para él. 

Como vemos, a Hitler no le gustaba el lujo, y mucho menos le gustaba dar una imagen frívola. Le preocupaba mucho que sus semejantes le vieran rodeado de lujo. Sin embargo para Hitler eso nunca supuso ningún problema. Su modo de vida era muy sencillo. A menudo se ha dicho que Hitler expropió cuadros para él. Pero lo cierto es que Hitler proyectaba exhibir sus cuadros en un futuro museo. Las posesiones nunca obsesionaron a Hitler. Todas sus pertenencias eran del pueblo, acostumbraba a decir.