14 de marzo de 2010

John Toland (3)


Toland hace el mismo ejercicio que la mayoría de historiadores sobre Hitler: combina la trayectoria política de Hitler con pasajes sobre la intimidad de Hitler. Así pues, una vez instalado en el poder, nos relata cómo vivía el Führer. Después de relatarnos lo mucho que afectó a Hitler la muerte de su chófer Schreck, que ya he tratado en el blog, nos dice que Hitler tenía ya problemas para dormir. Su médico Brandt (aún no había conocido a Morell) le aconsejó unos somníferos suaves. Hitler se propuso un horario más rígido. Cuando se encerraba en su sencillo dormitorio, que siempre decoraba con un retrato de su madre y una mesilla de noche, acostumbraba a leer un rato. Por las mañanas Hitler siempre se afeitaba y se vestía solo. No soportaba que nadie le pusiera una navaja en el cuello para afeitarle. Después desayunaba dos tazas de leche, pan tostado y chocolate. Solía hacerlo de pie, mientras repasaba ya algún informe. En cinco minutos había terminado de desayunar y se dirigía a su despacho. 

Toland dice que la única diversión de Hitler en esos días era el cine. Veía películas todas las noches. Uno de sus asistentes, Karl Krause, le presentaba varios títulos y Hitler elegía varias. Según Toland, si le disgustaba alguna gritaba “basura” y pedía otra. Según Ivone Kirkpatrick (ignoro por qué Toland toma como referencia a este diplomático) la actriz preferida de Hitler era Greta Garbo y una de sus películas preferidas “Tres Lanceros Bengalíes”. Toland se toma la licencia de decir que a Hitler le gustaba esa película porque veía cómo debía comportarse una raza superior. Se trata de una película ambientada en la Indica colonial en la época victoriana. La película exalta los valores militares, la jerarquía, las normas y la camaradería. El hecho de que a Hitler le gustaran las películas extranjeras nos da un detalle de que no solo se nutría de cultura alemana. Toland dice que Hitler prefería las películas francesas, pues decía que reflejaban fielmente la vida de la pequeña burguesía. 

Cuando Toland nos relata los Juegos Olímpicos deja una mensaje ambiguo afirmando que Hitler no estaba para estrechar la mano de los ganadores norteamericanos negros. El asunto ya lo he tratado en una ocasión. Toland dice que el presidente del Comité Olímpico Internacional informó a Hitler de que tenía dos opciones: saludar a todos los vencedores o a ninguno. Sin embargo, sabemos que iba contra el protocolo olímpico hacerlo. Al principio Hitler saludó a varios vencedores pero después optó por no hacerlo.

Toland nos relata también que Hitler se esforzó mucho por unir a las personas de todos los estratos sociales. En ese sentido sí podemos afirmar que Hitler era socialista. Detestaba las clases sociales y siempre dijo que le parecía más valioso un obrero que un aristócrata:

"El mismo Führer se proclamaba obrero de la construcción, pintor y estudiante; un hombre de pueblo que se sentaba junto a su chófer y comía frugalmente. Se negaba a aceptar doctorados honoris causa y se dirigía a los obreros en las fábricas con la forma familiar del plural Ihr (vosotros), jactándose de que él también carecía de propiedades o acciones."

Toland critica en cierta forma a Hitler por afirmar eso y el hecho de que Hitler fuera millonario por las ventas de su libro Mein Kampf.  Es evidente que Hitler se hizo millonario gracias a su famoso libro. Sin embargo nunca hizo ostentación de nada, si exceptuamos su refugio alpino (tampoco éste era un palacio digno de un mandatario, todo sea dicho).

Un hecho que Toland constata es la admiración que Hitler suscitó en otros países. Menciona la admiración que sintió hacia Hitler Sven Hedin. El famoso explorador sueco, que tenía ascendencia judía y defendía el antisemitismo de Hitler, dijo:

"Un hombre que en el lapso de cuatro años ha levantado a su pueblo de las más bajas profundidades a una posición de conciencia de sí mismo, orgullo, disciplina y poderío, merece la gratitud de sus conciudadanos y la admiración de toda la humanidad."







Sobre el carácter de Hitler tenemos anécdotas de Frau Troost. Speer dijo que Hitler tenía un humor sarcástico. Sin embargo Frau Troost dijo que a Hitler "siempre le gustaba reírse. Tenía un buen sentido del humor, sincero y espontáneo."