17 de enero de 2011

Discurso de Hitler sobre economía

Ahora que nos encontramos en momentos de crisis, es oportuno observar cómo Hitler transformó en tiempo record la economía alemana. Mucho se ha hablado sobre ello. Un argumento pueril que intenta justificar el éxito de Hitler en la creación de empleo, se basa en que Hitler acabó con el paro a base colocar obreros en las obras de las autopistas y la industria armamentística. Pero es imposible emplear a millones de obreros de un gran país solo en esas dos ramas, si bien es innegable que tanto las obras de las autopistas y la industria armamentística crearon mucho empleo, pero no todo, naturalmente. 

Como siempre, me parece lo mejor que sea Hitler quien se exprese así que extracto un discurso suyo sobre economía que pronunció ante el Reichstag el 30 de enero de 1937:

- Lo que sin embargo me indujo a creer en el renacimiento alemán y especialmente en el saneamiento de la economía frente a esta situación terrible y -como ya dije- sin perspectivas precisamente para los expertos, está fundado en dos razones.

1. Siempre me inspiraron compasión los seres pusilánimes que ante cualquier situación difícil se encuentran dispuestos a pronosticar inmediatamente el hundimiento de un pueblo. ¿Qué quiere decir hundimiento? El pueblo alemán vivió ya antes de la época  en que adquirimos conciencia de su historia. Y aún cuando pasemos por alto completamente sus primeras vicisitudes, es evidente que durante 2000 años más de una vez catástrofes indecibles e indecibles sufrimientos afligieron aquella parte de la humanidad que hoy llamamos pueblo alemán. Hambre, guerra y peste irrumpieron espantosamente en nuestro pueblo segando vidas de manera horrenda. ¡Hay que tener fe inquebrantable en la fuerza vital de una nación cuando se piensa que hace pocos siglos, en una guerra de 30 años, nuestro pueblo alemán se redujo de 18,000,000 a 4,000,000 millones! ¡Si pensamos que este país antes floreciente fue saqueado, desgarrado y empobrecido, que sus ciudades fueron incendiadas, sus pueblos y aldeas desbastados, y los campos abandonados y desiertos! Pero decenios más tarde nuestro pueblo comenzó de nuevo a crecer, las ciudades a llenarse de nueva vida, los campos a labrarse y a resonar en ritmo gigantesco, el canto del trabajo que nos brindó nueva existencia y nueva vida...

Yo tenía la firme creencia y la sagrada convicción de que se lograría detener la catástrofe económica alemana en el momento en que llegara a creer en lo imperecedero de un pueblo y se asignara a la economía el papel que le corresponde como servidora en la vida del pueblo.

2. Nunca fui economista, lo cual significa, ante todo, que jamás en mi vida fui un teórico. Pero, desgraciadamente, he encontrado que los teóricos más empedernidos han anidado siempre, precisamente allí donde la teoría no es nada y la vida práctica lo es todo.

Es natural que, en el curso del tiempo, también en la vida económica surgieran determinados principios empíricos y determinados métodos prácticos. Empero todos los métodos están ligados al tiempo. Querer hacer dogmas de los métodos significa despojar a la capacidad humana y a la energía en el trabajo de aquella fuerza elástica que es lo que permite cambiar los medios cuando varíen las condiciones. El intento de hacer un dogma de métodos económicos fue emprendido por muchos con esa rigurosa aplicación proverbial de los hombres de ciencia alemanes, elevándolo a materia de enseñanza con el nombre de Economía Nacional.  Y según las comprobaciones de esta Economía Nacional, Alemania estaba irremisiblemente perdida. Es característico de todos los dogmáticos precaverse de la manera más rotunda contra todo dogma nuevo, es decir, contra todo nuevo conocimiento que rechacen como teoría...

Diputados: La política económica alemana que inició el nacionalsocialismo en 1933 se basa en algunos principios fundamentales:

1. En las relaciones entre economía y pueblo lo único inalterable que existe es el pueblo. Pero la actividad de la economía no es ningún dogma ni lo será jamás.

No existe ningún concepto de la economía ni opinión de la economía que pudieran reclamar en alguna forma infabilidad. Lo decisivo es la voluntad de asignar siempre a la economía  el papel de servir al pueblo y al capital el de servir a la economía.

Como sabemos el nacionalsocialismo es el adversario más enconado del concepto liberal de que la economía exista para el capital y el pueblo para la economía. Por eso desde el primer día estuvimos decididos a romper con la errónea conclusión de que tal vez la economía hubiera podido tener una vida propia, libre y sin fiscalización.

Una economía libre, es decir, exclusivamente entregada a sí misma, no puede existir hoy ya. No solamente porque esta sería políticamente insoportable, no, sino porque originaría situaciones económicas imposibles.


Así como millones de seres aislados no pueden distribuir o ejercitar su trabajo según necesidades y conceptos propios, así tampoco la economía en conjunto puede actuar según conceptos propios al servicio de intereses meramente egoístas. Porque tampoco se encuentra en condiciones hoy de soportar por si mismas las consecuencias de un fracaso. el desarrollo moderno de la economía concentra enormes masas de trabajadores en determinados ramos de la industria y en determinadas regiones. Nuevos inventos o la pérdida  de mercados de venta pueden hacer sucumbir de un golpe industrias enteras.


Quizá el fabricante pueda cerrar las puertas de su fabrica y encontrar posiblemente un nuevo campo a su actividad. La mayor parte de las veces no perecerá fácilmente y, por otra parte, no se trata aquí más que de unos cuantos seres. ¡Y frente a estos se encuentran centenares de miles de trabajadores con sus mujeres y niños! ¿Quién se interesa por ellos y quien les atiende?
                                                                  ¡La comunidad del pueblo!


Sí. La comunidad debe hacerlo. ¿Pero se puede acaso imputar únicamente a la comunidad del pueblo la responsabilidad de la catástrofe de la economía sin la influencia y la responsabilidad de aquella energía y vigilancia de la economía apropiada para evitar la catástrofe?


Diputados: cuando la economía alemana en los años 1932 a 1933 parecía sucumbir definitivamente entonces, vi con más claridad que en años anteriores lo siguiente:


La salvación de nuestro pueblo no es un problema de hacienda, sino exclusivamente un problema del empleo y de la utilización de nuestra mano de obra, por un lado, y por otro, de la explotación de la tierra y del subsuelo...


Porque la comunidad popular no vive del valor ficticio del dinero sino de la producción real que es lo que da valor al dinero.


Esta producción es la garantía de una moneda y no un banco o una caja de caudales llena de oro. Y si yo aumento esta producción elevo en realidad los ingresos de mis connacionales y si la reduzco, los ingresos disminuyen cualesquiera que sean los salarios que se paguen.


Diputados: En estos cuatro años hemos aumentado extraordinariamente la producción alemana en todos los terrenos. El aumento de esta producción reporta beneficio a todos los alemanes. Si hoy, por ejemplo, se extraen innumerables millones más de toneladas de carbón, no están destinadas a calentar a algunos miles de grados más las habitaciones de varios millonarios, sino para poder aumentar la parte que corresponde a millones de alemanes.


Los resultados prácticos de nuestra política económica os son conocidos. Nuestro pueblo esta poseído de un ardiente deseo de trabajar. Por todas partes surgen enormes obras de la producción y del tráfico. El comercio alemán florece como nunca. Mientras que en otros países las huelgas perturban sin cesar continuidad de las producciones nacionales, trabajan nuestros millones de obreros conforme a la ley más augusta que puede haber en este mundo, la ley de la razón.